Lo primero que deben saber es que esta es una ciudad muy diferente a la de Ricardo Anaya; es decir, a la idea de una ciudad lujosa, de clase media alta, cuya demografía refleja a la familia del ex candidato. 

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Donald Glover, a quienes muchos conocen por “This Is America”en su penúltima entrega como Childish Gambino —escuchen "Redbone", obtuvo un Grammy y abre la primera escena de Get Out (Jordan Peele, 2017) y "L.E.S."—, escribe, produce, protagoniza, y ocasionalmente dirige, la serie que ha valido múltiples premios (Emmy, Peabody, Golden Globe). La Atlanta de los Glover y compañía presenta, mediante las dos temporadas disponibles, la textura de la ciudad que ha sido el epicentro de la vanguardia hip hopera en Estados Unidos desde hace dos décadas. Bosques, plazas comerciales, table dance, distancias interminables y abundante mariguana. 

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Se puede pensar que a quien no le interese el hip hop —o no tenga curiosidad por la experiencia afroamericana— no le interesará la serie; sin embargo, Glover propone un escenario tan ambiguo, en el que en realidad la trama no se trata de la carrera como rapero de Alfred “Paper Boi” Miles (un magnífico personaje, mi favorito, interpretado por el actor de teatro Brian Tyree Henry) ni de las desgracias de su primo Earn Marks (Donald Glover), o de los monólogos sublimes y estúpidos de Darius (un fascinante Lakeith Stanfield) y los embrollos ocasionales de Van Keifer (Zazie Beetz), la única voz femenina en la serie. La ambigüedad de Atlanta nace, en parte, de la hebra “blanca” de Glover, de su aparente ñoñez y su experiencia en “espacios blancos”, donde no levanta demasiadas suspicacias. 

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La apuesta es filmar personajes que normalmente no tienen cabida en el mainstream y volverlos blancos; es decir, dotarlos de la capacidad de ser reinterpretados sin fijarse mucho en la cantidad de melanina. La ambigüedad consiste en salpicar la Atlanta auténtica, la que se pasa en las calles, yendo y viniendo sin dólares, para conseguir dólares, para poder ir y venir, para poder trabajar y vivir de algo, con destellos cinematográficos, contenido introspectivo, surrealista y burgués. Además de la capacidad de integrar situaciones meta. Mis favoritos: los Migos como enlace de Paper Boi y Darius con el Cartel del Golfo, los exponentes y exportadores del trap que en México conocemos por Bad Bunny, y la sospecha de que Drake en realidad es mexicano. 

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En la circularidad que la caracteriza, el episodio piloto inicia con la escena final y los cierres de temporada nos convierten en acompañantes silenciosos de Earn en constante movimiento por la ciudad, tratando de salvar lo único que tiene para sobrevivir. No sentimos demasiada pena, ni complacencia. Sólo atestiguamos. Después de episodios como “Streets on Lock” o “B.A.N.”está claro que Earn no es el personaje principal, y los finales de temporada no develan secretos ni nos muestran sus facetas heroicas o benévolas. Al contrario, Atlanta es un caleidoscopio de estilos, donde sobresale el humor experimental y la creatividad artística con una dosis cargada de comentario social.

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Robbin’ Season (la segunda temporada), aunque desesperadamente local, es más cercana al Estado de México que a la Atlanta de Ricardo Anaya. Es un conjunto de episodios casi independientes que exploran la crisis existencial de Van que “pudo haber elegido ser blanca, pero eligió ser negra” y se volvió el cliché del que tanto se burlaba; la insatisfacción (y efectos nocivos) de Paper Boi y su nivel de fama; y un episodio particularmente cargado de referencias culturales, una suerte de película de terror (con referencias a Get Out) en sí misma. La cadencia, la mezcla de comedia y tragedia intensa, y los diálogos —vernáculo afroamericano sin traducción— encarnados a la perfección por personajes principales y secundarios (Bibby, el peluquero de Paper Boi, es un personaje fascinante interpretado por Robert Powell, un comediante standupero de gran talento), hacen de Atlanta un producto de nuestro tiempo (violento, en el que apenas sobrevivimos, y lo hacemos constantemente scrolleando nuestras redes sociales) que —sin duda— sería una lástima perderse.