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Reseña
Vice
por Pablo Andrade

14 de febrero de 2019

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Vice, escrita y dirigida por Adam Mckay, es una película de humor negro y sátira política que nos cuenta, a través de recursos muy divertidos, la vida del político estadunidense Dick Cheney (Christian Bale) —el que para muchos es el vicepresidente más poderoso en la historia de Estados Unidos— y su papel en la creación del concepto “guerra contra el terrorismo”; que sirvió para que después de los atentados del 11 de septiembre el presidente George W. Bush (aquí representado de manera burlesca por un magnífico Sam Rockwell) justificara la invasión a Irak y el uso de la tortura y otras violaciones a derechos humanos en su “lucha contra el terror”. Del filme hay poco más que decir: se trata de una cinta ingeniosa, con un tono decididamente oscuro y con un espíritu de protesta. A ratos parece panfletaria y divaga entre la comedia y el drama, pero eso no demerita el trabajo por parte de su director que desde The Big Short (2016) ha venido dedicando su talento en crear películas que mezclen su interés por el humor y los chistes ácidos con la denuncia social. 

Sin embargo, hay un elemento que destaca por encima del resto en Vice: la actuación de un espectacular Christian Bale. En esta ocasión el galés hace uso de sus famosos recursos de transformación física para interpretar a Cheney y lo logra con creces—la reconstrucción del vicepresidente está muy bien lograda. Pero a esa encarnación del personaje hay que agregar los detalles sutiles que el actor va adhiriendo al personaje, poco a poco ante nuestros ojos, hasta convertirlo en un ser multifacético, atractivo y repulsivo a partes iguales, carismático entre sus colegas, pero verdaderamente ruin como ser humano. La vileza y la mezquindad son los hilos con los cuales Bale va tejiendo a un maquiavélico Cheney hasta conseguir que el espectador no solamente sienta verdadera animadversión por lo que hace, sino que lleguemos a sentirnos atemorizados por su mirada fría y calculadora, su imponente presencia y la ligereza con la cual puede disponer de la vida de miles de personas para lograr sus objetivos particulares. Para decirlo en una forma metafórica, Bale logra en todo momento que sintamos que estamos atrapados en un estanque de agua con un tiburón hambriento.

 

En ese sentido, podemos decir que Vice es una fábula cinematográfica sobre el poder —la mejor de ellas sigue siendo la obra maestra de Orson Welles Citizen Kane (1941)—; pero, a diferencia de otras fábulas en las cuales el malvado villano, hambriento de poder y codicia, termina siendo castigado por sus aspiraciones innobles, aquí no siente remordimiento alguno y al final aquellos que son castigados son los inocentes. Eso es lo verdaderamente aterrador en el cuanto de McKay y Bale, la sensación de que a Cheney nunca le llega su merecido, de que nunca nada le salió mal y de que más allá de algunas diferencias con sus hijas, parece llevar la vida apacible que se la ha prometido infructuosamente a cada ciudadano estadounidense de clase trabajadora por muchos años. 

 

No sobra señalar que, además de Christian Bale —que debe de llevarse el Oscar al Mejor Actor por esta película—, la cinta cuenta con las estupendas actuaciones del ya mencionado Sam Rockwell, Steve Carell y una Amy Adams que ha pasado muchos años sin recibir el reconocimiento que merece. En conclusión, casi podemos decir, sin temor a que el lector lo considere un spoiler, que en Vice ganan los malos, la bondad se doblega ante la maldad de líderes sin escrúpulos y da la sensación de que por ello el filme recurre al humor: para hacer más llevadero el trago amargo.

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