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Reseña

28 de julio de 2017

por Joaquín Balancán Aguirre
Un alma en pena

Mon Laferte es chilena de nacimiento, pero mexicana por adopción —o  convicción—; es escritora de poemas que hacen canción y una extraordinaria intérprete. El pasado mes de abril la artista presentó en la Cineteca Nacional de México el documental Un alma en pena (2017). Se trata de un material realizado por Gamaliel de Santiago Ruvalcaba y filmado en 2016, durante la visita y presentaciones de Mon en su país natal.

 

Este material nos permite imaginar los primeros años de vida de la cantante, caminar con ella las calles de su ciudad natal, Viña del Mar, así como por los paisajes de bruma y sol tan característicos de aquel rincón sudamericano. El documental, además de revelar aspectos previos a los conciertos (que los espectadores no podemos o solemos ver), nos muestra el reencuentro de Mon con el público chileno, particularmente durante el concierto de mayo de 2016 en el Teatro Cariola de la capital andina. También presenta diversas actividades con su familia y el público.

 

Por otro parte, también deja ver el papel vital que desempeñó México en la carrera de la cantante, pues sin las experiencias vividas en nuestro país no se podría entender la reacción favorable de público chileno. Mon consolidó en tierras mexicanas su carrera y encauzó su creación artística en dos maravillosos proyectos: "Mon Laferte Vol. I" y "La trenza", sus recientes y laureados discos.

 

Un elemento importante del documental, además de los muchos factores que resalta, es el retrato del extraordinario talento de la intérprete, que han influido en su meteórico ascenso. Éste se caracteriza por la calidad y evolución de sus letras que remite a la forma que comunica emociones. Se trata de un estilo único que recupera y exalta el colorido y exuberancia del arte mexicano. Así, en la elaboración de sus arreglos de música recurre a ritmos que son entrañables para la memoria auditiva mexicana como el bolero, el jazz o el big band, por mencionar algunos.

 

De esta manera, no es ninguna casualidad el cúmulo de emociones que siente el espectador al mirar Un alma en pena. Por un lado, nos hace participes de su entrega a los asistentes del Teatro Cariola, y, por otro, imaginamos lo que Mon piensa cuando observa a ese público hechizado por su voz. Sin embargo, esa secuencia también hace válida la pregunta ¿quién hechizó a quién?

 

El material también muestra otros reencuentros de la artista en Chile. Uno de esos, y quizá el más importante, es la reunión con su familia. En virtud de ésta podemos internarnos en las calles de Viña del Mar y Valparaíso. Mención aparte merece su recorrido por el Cementerio de Playa Ancha donde descansa su abuela, que fue cómplice e inspiración de la cantante. Por tanto, la dimensión humana de Laferte es bien presentada en el documental. El trato con sus seguidores, su familia y los músicos de su banda, dan cuenta no sólo de su sencillez, sino de su honestidad creativa.

 

Por estos motivos, Un alma en pena funciona como un testimonio del trabajo de la artista y muestra del impacto que ha causado en su país. Tal vez lo único reprochable sea que el ejercicio es breve, y que se observan un par de descuidos técnicos: en una toma al interior del teatro y en la secuencia filmada en el salón de baile “Los artesanos”. No obstante, es, en general, un trabajo que transmite las emociones de ese regreso triunfal a Chile, aquel que demuestra que sí es posible volver a los viejos sitios donde se amó e inició la vida. Un alma en pena es un bello audiovisual que contextualiza la creación artística de Mon Laferte. Es imperdible para los aficionados y para los curiosos que han escuchado hablar de la cantante.

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