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Recomendación
Touch of Evil

Año: 1958, 1998 (Director’s Cut) 

Dirección: Orson Welles

Guión: Orson Welles

Fotografía: Russell Metty 

Elenco: Charlton Heston, Janet Leigh, Orson Welles, Marlene Dietrich, Akim Tamiroff y Joseph Calleia. 

​Música: Henry Mancini

 13 de junio de 2017

En el año de 1958 Orson Welles filmó y editó una primera versión de Touch of Evil, misma que desafortunadamente no fue comprendida por los ejecutivos de Universal Studios, quienes consideraron que la película resultante era demasiado confusa y convencidos de que las audiencias le darían la espalda decidieron hacer un montaje alternativo y además mandaron a una unidad secundaria para que filmara escenas adicionales. Ambas cosas sin el consentimiento ni la supervisión de Welles.

 

Es famosa la anécdota que dice que después de ver esta versión modificada, Welles se enfadó tanto que se sentó frente a su maquina de escribir y no se levantó hasta que terminó una carta de 58 páginas en las cuales pedía encarecidamente a los productores que retiraran las escenas que él no había filmado y que respetaran el montaje que tenía en mente para su película. Tristemente, los deseos del cineasta no fueron respetados y esta versión adulterada de la cinta fue estrenada.

 

Para suerte de todo mundo, en 1998 —cuando el concepto director’s cut ya había aparecido— Universal decidió hacer un nuevo montaje de la cinta que fuera lo más apegado posible a la visión original de Orson Welles y para ello recurrieron a las especificaciones que dejó impresas en la famosa carta así como al corte inicial que había realizado.

 

Touch of Evil, la versión del director, es una verdadera obra de arte del film noir ("cine negro") y una cinta mayor en la vasta filmografía del cineasta —que para muchos filmó la mejor película de todos los tiempos: Citizen Kane (1941)—, ya que el filme es un ágape visual lleno de creatividad y de elegantes recursos que dan cuenta del monumental lenguaje cinematográfico de Welles.

 

La historia de la película es la de un agente antinarcóticos mexicano llamado Miguel Vargas (Charlton Heston) quien se encuentra cruzando la frontera con su esposa americana Susan (Janet Leigh). La pareja se ve envuelta en un misteriosa red de sucesos macabros que inician con el doble asesinato de un hombre estadounidense y su novia, durante la explosión de su auto a causa de una bomba que fue colocada antes de que cruzasen la frontera para regresar a su país desde México.

Vargas, quien es presentado como un personaje íntegro, con valores bien definidos e incorruptible, se siente impelido a formar parte de la investigación por razones muy nacionalistas, ya que presumiblemente la bomba fue colocada en territorio mexicano y siente que alguien debe velar por los intereses de su país. Sin embargo, debe trabajar coco a codo con el temible y racista Jefe de Policía Hank Quinlan —interpretado por el propio Orson Welles—, quien funge prácticamente como única autoridad del pueblo “Los Robles” —del lado estadounidense de la frontera— donde ocurrió la explosión, y quien desde el principio incrimina a un joven mexicano como responsable del asesinato.

 

Quinlan es un personaje fascinante con una historia propia llena de matices y que funciona como un perfecto antagonista para Vargas. De esta manera, la dinámica que surge entre ambos es el motor de una trama que explora temáticas como el bien contra el mal, la corrupción, el pasado, el idealismo, entre muchas otras.

 

Alrededor de ellos deambulan un montón de grandes secundarios que completan un gran reparto. Destacan Akim Tamiroff quien da vida a Joe Grandi, un mafioso local que tiene razones para odiar a Vargas, y Joseph Calleia, quien interpreta a un viejo policía que duda de la integridad de Quinlan. Sin embargo, la mejor es sin duda Marlene Dietrich, quien personifica exquisitamente a una misteriosa gitana llamada Tanya, cuya presencia en la historia es casi mística y acaba por representar conceptos tan abstractos como el paso del tiempo, el destino y la muerte. 

 

Por otro lado, la acción tiene lugar en un territorio que no es ni México ni tampoco Estados Unidos; sino una zona binacional donde las identidades se han mezclado lo suficiente como para ser difusas. Aquí hay que resaltar el excelente trabajo de dirección artística que da cuenta de esta naturaleza mestiza y competitiva de una tierra sórdida en la cual sólo sobreviven los más fuertes.

 

El apartado visual de la película merece una mención especial, pues pocas veces nos topamos con filmes con esta vastedad de recursos cinematográficos y es que Orson Welles dirigió Touch of Evil en un verdadero estado de gracia. Tanto la puesta en escena cuanto el sentido del ritmo son apasionantes, resaltando la fotografía típicamente expresionista del cine negro, así como el uso magistral de todos los tipos de plano y de los movimientos de cámara.

 

Un ejemplo de esta gran habilidad narrativa de Welles es su gran uso del plano contrapicado —usualmente utilizado para dotar a los personajes de un aura poderosa— del cual echa mano constantemente para retratar a Quinlan. En algún momento de la cinta, cuando éste se encuentra notablemente disminuido por Vargas, quien tiene muchas pruebas en su contra, Welles nos presenta un interesantísimo plano contrapicado en el cual, además del corrupto policía, aparece la cabeza empotrada en la pared de un toro de lidia con las banderillas clavadas en el morrillo. La intención de este plano es claramente mostrar a Quinlan como un toro bravo que pese al castigo de las banderillas que le han hecho perder brío, se dispone a defenderse con lo que le queda de fuerza. Brillante.

 

Así pues, Touch of Evil nos muestra a un Orson Welles la cima de sus capacidades expresivas —como guionista, como actor y como director— y es muy probable que este tratamiento visual tan complejo, retado y estimulante haya provocado el rechazo inicial de los productores quienes prefirieron apostar por un estilo más conservador para el estreno del filme.

 

Afortunadamente, gracias a la existencia de esa iracunda carta de 58 cartillas, fue posible rescatar la visión original de Orson Welles de una cinta indispensable para todos los cinéfilos y uno de los triunfos más contundentes del cine negro. Sin duda, el visionado de Touch of Evil es una experiencia estética que ningún apasionado del arte debe de perderse en su vida.

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