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Recomendación
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el árbol de la vida(2011) de Terrence Malick 

Año: 2011

Dirección: Terrence Malick

Guión: Terrence Malick

Fotografía: Emmanuel Lubezki

Elenco: Brad Pitt, Sean Penn y Jessica Chastain.

​Música: Alexandre Desplat

7 de agosto de 2020

por Antón Aguilar

El árbol de la vida (Terrence Malick, 2011) es una película de gran belleza, plasticidad y profundidad psicológica. Su estructura narrativa es compleja, ambiciosa y original: nos conduce por una secuencia de imágenes que van de la célula al universo, pasando por todo tipo de paisajes humanos y naturales. Pero además de estética, es una película hondamente reflexiva. Nos ofrece un retrato bello de los asuntos humanos y espirituales, como los celos, la muerte y la benevolencia. 

La trama se desarrolla en un suburbio de Waco, Texas, a mediados del siglo pasado. Es la historia de los recuerdos de infancia de Jack (Hunter McCracken; Sean Penn), el mayor de tres hermanos, uno de los cuales muere muy joven. Al inicio de la película, escuchamos a la madre (Jessica Chastain) decir que hay dos caminos en la vida: el de la naturaleza y el de la gracia: “Debes escoger cuál seguirás. La gracia no se satisface a sí misma; acepta ser despreciada, olvidada, rechazada. Acepta insultos e injurias. La naturaleza sólo busca complacerse a sí misma y hacer que los demás también la complazcan. Le gusta imponerse a ellos, salirse con la suya. Encuentra razones para ser infeliz cuando todo el mundo brilla a su alrededor y el amor sonríe a todas las cosas. Nadie que elija el camino de la gracia tendrá un mal fin”. Creo que ese parlamento encierra los temas centrales de la película: la tensión entre la benevolencia y la naturaleza agresiva, y cómo se juega eso ante la vida y la desgracia. 

En los primeros minutos vemos a la madre recibir la noticia de la muerte del hijo y caer en un llanto ahogado. La abuela le dice que el señor da y el señor quita, y que todavía tiene a sus otros hijos. El rostro de la madre revela que lo que acaba de oír es absurdo y cruel. El filme nos habla de eso y también nos muestra lo que pasó antes; intercala una serie de escenas familiares que todos hemos contemplado. Un padre (Brad Pitt) que pinta una raya en el suelo que el niño no debe cruzar; un hijo que a veces quisiera matar al padre, y que siente que el padre lo quiere matar a él. Un niño pequeño que mira con curiosidad y zozobra a su hermano bebé; lo quiere tocar, le quiere lanzar un juguete y la madre tiene que interponerse para que no lo dañe. Vemos unos padres que pelean, pero también se aman. Un padre severo y cariñoso, que tiene una sensibilidad por la música, pero también trae sus problemas de fuera y sus decepciones a casa y los convierte en violencia. Una madre hermosa, dulce y traviesa, que a veces despierta a los niños echándoles hielo en la espalda. Un niño que quiere electrocutar al hermano menor, pero no lo hace, sino que juega a ello. 

El tema central es el dolor de la pérdida. ¿Qué es perder un hijo o un hermano adolescente? ¿Cómo se siente eso? La película trata de responder con metáforas. Hay erupciones volcánicas, paisajes desolados, un meteorito que choca con la tierra y produce una gran extinción. El filme también puede ser visto como una reflexión sobre Job y el problema del duelo. El parlamento más largo de la película (que tiene muy pocos diálogos) es un sermón de un pastor sobre ese tema. Job pierde todo: sus hijos, sus bienes, sus sirvientes, sus animales y su salud. Enfurece con dios y se lamenta más o menos así: “¿Cómo es posible que a los hombres buenos como yo les pasen cosas malas? Yo soy justo y dios no lo es conmigo; yo soy más justo que él”. Dios le da una lección y le dice lo que aparece como epígrafe de la película: “¿Dónde estabas tú cuando fundaba yo la tierra… entre el clamor a coro de las estrellas del alba y las aclamaciones de todos los Hijos de Dios?”[1] Lo pone un poco en su lugar y después lo recompensa, una vez que Job acepta que las acciones de Dios transcurren a una escala irreductible al entendimiento humano.

Hacia el final del filme, Jack, ahora adulto, asciende en el elevador de un edificio corporativo de muchos pisos. Entra en un mundo parecido a una playa, donde se encuentra consigo mismo cuando era niño. También ve a sus padres y hermanos de la infancia; los reconoce, los abraza y camina con ellos. La madre besa la mano de una anciana que rejuvenece. Un antifaz se hunde en el agua. Jack acompaña a su madre y ambos conducen al hermanito muerto a la puerta de la casa, lo despiden y lo dejan caminar en la arena. Escuchamos a la madre decir: “Te lo entrego; te doy a mi hijo”. Antes había dicho que sólo se puede ser feliz si se ama. “A menos que ames, la vida se te irá en un instante”. Parece que entonces Jack alcanza una suerte de comprensión (¿resignación, elaboración?). Toma nuevamente el ascensor y desciende. Pienso que la película busca mostrar lo abismal y terriblemente doloroso de la pérdida. Y la necesidad de encontrar dentro de uno una fuerza, una confianza o un paisaje que nos resguarde del odio que se nos ha despertado, para que podamos sobrevivir y reverdecer.

 

Ante la vida y ante la pérdida está la disyuntiva de actuar con gracia o conforme a la naturaleza. La madre aconseja lo primero a sus hijos: que se ayuden, amen y sean benevolentes. La gracia es tolerancia, bondad, generosidad y belleza. La naturaleza es sacar provecho; es estar en un mundo práctico y utilitario. La madre le da voz a la gracia y el padre a la naturaleza: enseña a los chicos a pelear y les aconseja que cuando riñan pongan cara de que no buscan problemas y asesten el golpe cuando su adversario esté desprevenido. También les dice que no confíen y que la gente los puede tomar por unos tontos. Quiere que sus hijos sean fuertes. Jack intenta integrar ambos caminos. Lo oímos susurrar: “Padre, madre: ustedes siempre se debaten dentro de mí. Siempre lo harán”.   

Me parece que el psicoanalista Donald Winnicott habló de algo parecido en su texto sobre La creatividad y sus orígenes, donde desarrolla las nociones de “elementos femenino y masculino puros”. Por elemento femenino puro se refirió a la capacidad de la madre de permitir que, en su vínculo temprano, el niño pequeño sea. Permitir que el niño cree su mundo, lo imagine y lo encuentre, porque la madre está atenta y se lo da haciéndole creer que es obra suya y parte de él. El bebé siente hambre, imagina el pecho y la madre se lo ofrece. Le crea una ilusión de omnipotencia que le permite ser. Después lo desilusionará poco a poco. La madre es benevolente, generosa y tolera. El elemento masculino puro es posterior. Una vez que el bebé puede ser buscará hacer. Buscará interactuar con el mundo de manera que satisfaga sus deseos, una vez que poco a poco haya logrado distinguirse de la madre y de lo que él no es. Entonces empieza a hacer, a buscar manipular la realidad, a hacer cosas con arreglo a fines.[2] En la película hay una escena, que no fue planeada, en la que una mariposa va volando por el jardín y de pronto se posa sobre la mano de la madre-actriz. Esto realmente ocurrió en medio del rodaje, quedó en la película y lo podemos ver. Quizá sea una metáfora de una madre que deja ser.  

Pienso que El árbol de la vida es una obra esencialmente contemplativa. Nos sumerge en la contemplación de la naturaleza, el paisaje, el océano, las relaciones humanas, los planetas, las ranas, las galaxias, los dinosaurios y los bichos raros. Quizás algo de la contemplación remita a la infancia, a la capacidad infantil de fascinarse con animales, árboles, o la luz del sol. Es una contemplación que al mismo tiempo nos lleva a la introspección. Se proyecta en el paisaje el mundo interno, pero también hay un paisaje en el mundo interno. Podemos ver un gesto generoso en el sol, una nostalgia en una hoja que cae (colocamos en esos elementos nuestras emociones, con las que los coloreamos), pero quizás también dentro de nuestra alma hay un sol y hay una hoja que cae. Parece que la película nos dice que es un viaje de ida y vuelta. Que el universo externo y el interno se comunican, se reflejan, y fluyen mutuamente por medio de capilaridades misteriosas. 

El autor es internacionalista por El Colegio de México y cuenta con un posgrado en Política Comparada por el Instituto de Estudios Políticos de París (Sciences-Po Paris). Actualmente se desempeña como Director Ejecutivo para México de Humane Society International.

NOTAS Y REFERENCIAS

[1] Job, 38, 4 y 7.

[2] Donald W. Winnicott, “La creatividad y sus orígenes”, Realidad y Juego, trad. Floreal Mazía, México, Gedisa, 2013, pp. 115-143. 

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