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TELEVISIÓN

Desde que Oliver Stone descubrió que era algo más que “antiamericano”, que era “de izquierda”, su politización ha ido en ascenso. Atrás quedaron verdaderas joyas de la historia del cine como Platoon (1986), JFK (1991) y Natural Born Killers (1994), cintas políticas (“antiamericanas”) a su modo, desde la perspectiva de un veterano de Vietnam resentido por los horrores que pudo atestiguar en su momento. A partir del “boom” de la izquierda latinoamericana en la década pasada, Stone decidió comprar el tropo y viró hacia los documentales bondadosos de líderes latinoamericanos para mantener con vida su antiamericanismo. Así ocurrió en Comandante (2003), Looking for Fidel (2004) y, sobre todo, South of the Border (2009), donde viaja a Sudamérica emocionado por conocer y retratarse con líderes latinoamericanos de izquierda.

Ahora que se nos ha agotado la izquierda y que Nicolás Maduro es persona non grata, Stone ha decidido recurrir de nueva cuenta a su antiamericanismo tradicional en The Putin Interviews (2017), una especie de documental de cuatro horas, originalmente para televisión, que acumula diversas entrevistas al Presidente ruso entre 2015 y 2017. Ora en el resort presidencial en Sochi, ora en el Kremlin, ora en un partido de hockey, Stone hace preguntas sobre todo tipo de temas a Putin auxiliado por un traductor con un inglés impecable —pese a que el mandatario parece entender todo lo que se le pregunta a la primera—.

Habría que empezar diciendo que, como ocurre en South of the border, Stone es un entrevistador terrible. No exprime a sus interlocutores; no hace preguntas incómodas; no guía la conversación. Tampoco hace su tarea de informarse previamente a fondo sobre la actualidad rusa, por lo que incorpora más de un prejuicio, además de un desconocimiento considerable sobre la sociedad y la política rusas, a sus interrogatorios. Y, como no sabe preguntar, Stone se conforma con respuestas someras. De ahí que sea un documental producido, en pocas palabras, para un público estadunidense que desconoce por completo al protagonista.

Reseña
The Putin Interviews

Año: 2017

 

Dirección: Oliver Stone

Guión: Oliver Stone

Fotografía: Anthony Dod Mantle y Rodrigo Prieto

Música: Jeff Real

Transmisión inicial: Showtime Networks

11 de julio de 2017

por Rainer Matos

Esto último tiene sus ventajas. Por ejemplo, que se conozca al personaje donde antes se sabía poco de él. Y es que vemos al Putin de siempre, diciendo lo mismo de siempre: una visión completamente realista del mundo y de la inmediatez rusa. Las respuestas son las de siempre, no porque sean trilladas o prefabricadas, sino porque las preguntas son las de siempre. The Putin Interviews no difiere en su contenido de cualquier otra entrevista a Putin, del año que sea, en el idioma que sea; tampoco de lo que sabemos sobre él. Los primeros 20 minutos, en los que Stone le pregunta sobre su vida, no dicen más que lo que revelaría una entrevista en una oficina de recursos humanos —o un clavado a la Wikipedia—. Stone pierde una oportunidad enorme de asediar a uno de los líderes más reconocibles del planeta, de escudriñar en lo verdaderamente relevante, más allá de la opinión personal del mandatario sobre diversos temas.

Los problemas del filme, pues, son mayores que sus aportaciones. Hay dos muy claros. En primera instancia los lugares comunes en el interrogatorio son apabullantes: la obsesión gringa con la KGB y la guerra nuclear, los acentos en Edward Snowden y la relación con Estados Unidos, los conflictos en Ucrania y Siria. No es que sean temas menores; el problema es que no se deriva de la entrevista nada nuevo —más allá de las anécdotas— al respecto, nada que no se sepa con anterioridad. Excepto, insisto, para “principiantes”.

El segundo problema es que la combinación de preguntas banales, respuestas a modo y conformidad ignorante hacen que los esfuerzos de Stone por pintar a un Putin afable no generen en el espectador una opinión más seria y sobria acerca del personaje, sino incluso una contraria, negativa. Ejemplo: la pregunta “obligada” (para el occidental) sobre (lo que se sabe en Occidente sobre) el trato a la homosexualidad en Rusia obtiene una respuesta seria y clara: la famosa ley aprobada en 2013 por la Duma no condena la homosexualidad en sí, sino la propagación de propaganda homosexual entre menores de edad. El problema es que Stone se queda ahí, acaso insinuando una supuesta tolerancia de Putin, pero no inquiere en el porqué de la relación tan extraña e intrínseca, casi lógica, entre homosexualidad y pedofilia que cunde en la sociedad rusa, o en que casi nadie en el país arquee la ceja cuando se trata de dos mujeres.

En otro momento, Stone pregunta al mandatario si tiene “días malos”. De entrada la pregunta es estúpida e innecesaria; pudo habérsela ahorrado. Al revirar el candor de la pregunta Putin contesta, hilarante: “No tengo días malos; no soy una mujer”. Quien vea el tráiler se quedará con eso, porque allí se corta la escena, y Stone lo hace adrede como buen propagandista. En la toma larga el cineasta emite un “WOOOOW”, seguido de “Mucha gente en Estados Unidos va a estar en desacuerdo con eso”. Putin sigue sonriendo y empieza a explicar al director que con “días malos” se refiere a la menstruación. Como ocurre con la enorme subjetividad de que es presa la corrección política, queda en cada quien indignarse o reírse —preguntando a dos rusas sobre el particular, se rieron al escucharlo y de inmediato captaron que el Presidente ruso se refería al ciclo menstrual—, pero el problema es que el (la) espectador(a) occidental medianamente politizado(a) tomará esto como una ofensa ulterior que definirá el todo por la parte.

Por concentrarse en el cotilleo, en lo que se sabe de oídas, en los temas “controvertidos” para el público occidental, se pierden en la cinta muchísimas cosas. Quedan fuera preguntas realmente relevantes, desde la indización de las pensiones hasta los fondos destinados al programa espacial ruso. O, por ejemplo, ¿qué hacen y en qué trabajan un millón de refugiados de Ucrania que han entrado a Rusia entre 2014 y 2017? ¿El gobierno los asiste? ¿Por qué Rusia está metida en Siria si critica las intervenciones de otras potencias en países ajenos? ¿Cómo lidiar con la realidad sociodemográfica de Rusia, con una población que se avejenta y que cada vez tiene menos hijos? ¿Cómo celebrar el centenario de la Revolución rusa, el evento por antonomasia del siglo XX? ¿Qué medidas se están tomando para enfrentar la recesión económica y por qué Rusia ya no crece a las tasas de la década pasada? ¿Cómo se dan las relaciones con la oposición, puesto que Putin se reúne periódicamente con los líderes de todos los partidos políticos?

No hay nada de eso. En cambio, sólo quedan las sinécdoques de “los gays” (porque para Stone es un tema “sexy”) y del ciclo menstrual (por una pregunta que sobraba), de Snowden (porque Stone hizo una película al respecto, ya que Snowden es bien “antiamericano”), de la Guerra Fría (que nada más no termina para los estadunidenses), de la maldad de Stalin (cómo no iba a preguntar eso) y de que Putin es un gran abuelo y quiere mucho a sus nietos.

The Putin Interviews es, y acaso en eso recae su valor, la mejor síntesis entre la típica visión estadunidense del mundo y la típica visión rusa del mismo. Stone hace preguntas basadas en el “sentido común” que impera en Estados Unidos sobre lo que los estadunidenses creen que es relevante, mientras que Putin responde con explicaciones tan simples, prudentes y certeras (tan rusas, podría decirse) que a ojos del espectador estadunidense parecería una tomadura de pelo.

Quizás sirva, pues, para empezar a darse cuenta de que Rusia es un país como cualquier otro, y de que las demonizaciones, el sensacionalismo y las notas hiperbólicas sobre ella son un nubarrón que revela algo mucho más simple detrás.

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