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Reseñas
TENET
por Jorge Zendejas

26 de noviembre de 2020

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En algún momento del futuro se inventan cápsulas que invierten la entropía de los objetos. Esto permite viajar al revés (literalmente) a través del tiempo, con el auxilio de máscaras de oxígeno. Pronto el descubrimiento comienza a utilizarse por mercenarios para borrar el rastro del pasado, en buena medida para impedir que las decisiones previas determinen un futuro inhabitable por el calentamiento global. Ante la posibilidad de borrar el pasado de tajo, el creador divide el invento en un algoritmo y lo esconde en nueve artefactos en el pasado. 

En el presente, el protagonista (John David Washington) pretende evitar un atentado terrorista en una recinto de concierto del este de Europa. Sin embargo, es un artificio, un señuelo, tanto para el grupo armado que busca recuperar uno de los artefactos como para el protagonista que participa en un rito de iniciación para ingresar a Tenet, una organización secreta que busca impedir que el algoritmo sea activado. Ahí, con la ayuda de Neil (Robert Pattinson) y de una tasadora de arte en apuros (Elizabeth Debicki) se embarcará en una aventura por India, Oslo, Vietnam y Rusia.

Tenet es un palíndromo latín —referencia a las características del viaje en el tiempo en la película— tomado del cuadrado mágico Sator o de Rotas que significa sostiene, el que comprende, guarda, comprende, posee, domina y preserva. Quizá este último adjetivo le queda bien a Christopher Nolan, sobre todo respecto a su aproximación, y entendimiento, al séptimo arte. Si bien el guion e historia de Tenet puede parecer por momentos incomprensible para el espectador, es notable la voluntad y maestría de Nolan en los artificios tradicionales del cine de acción: persecuciones, explosiones, el uso de dobles, la insistencia de grabar en cinta (una combinación de película de 70 mm e IMAX), el uso limitado de efectos especiales (aquí no todo es pantalla verde, por increíble que parezca) y hasta la necedad de estrenar en salas en plena pandemia por COVID-19.

En ocasiones parece también un homenaje personal a las películas de James Bond o al cine de espías —el director de fotografía, Hoyte van Hoytema, colaboró en la sublime Thinker Taylor Soldier Spy (Tomas Alfredson, 2011)— con todas sus limitaciones; y algunas adicionales que se vislumbraban desde Dunquerque (2017): una aproximación cerebral y desarrollo limitado de los personajes y de la trama. La cinta, por ejemplo, tiene su propio villano cliché y con acento exagerado: el oligarca ruso, Andrei Sator (interpretado por el británico Kenneth Branagh). 

Vi Tenet en un cine semivacío con las medidas de distanciamiento social y de contingencia que dicta la pandemia, pero con palomitas y refresco para olvidar el mal trago. Después de un rato, olvidé el escenario que tenemos desde marzo y recordé uno de los motivos por los que me gusta el cine… esa experiencia cinematográfica de ver una película perfectamente coordinada en pantalla grande.

En una secuencia que tiene lugar dentro de un laboratorio, Laura (Clémence Poesy) le explica el concepto de tiempo al protagonista, mientras éste dispara balas de entropía invertida en un cuarto de entrenamiento y visitan una pasillo lleno de estantes con objetos con las características propias del viaje en el tiempo. Frente a lo que está presenciando el semblante del protagonista se vuelve dubitativo y desencajado, casi infantil. Laura le sugiere que no intente entenderlo, sino sentirlo. Parece una invitación de Nolan a la audiencia. 

El autor forma parte del equipo editorial de CINEMATÓGRAFO.

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