Recomendación
Silencio
Año: 2016
Dirección: Martin Scorsese
Guión: Jay Cocks y Martin Scorsese basado en la novela Silencio de Shusaku Endo
Fotografía: Rodrigo Prieto
Elenco: Andrew Garfield, Adam Driver, Tadanobu Asano, Ciarán Hinds y Liam Neeson
Música: Kim Allen Kluge y Kathryn Kluge
11 de diciembre de 2018
Escribir sobre Silencio (2016) de Martin Scorsese ha sido una tarea difícil para mí. Casi cualquier cosa que uno pueda escribir sobre esta película no le hará justicia al genio del maestro neoyorkino y más si se trata de uno de sus proyectos más personales, uno que le tomó varios años sacar adelante.
Por otro lado, también es difícil escribir sobre las películas que en verdad te marcan. Sin duda, no se trata de una reseña cualquiera, o de un texto al que uno quiera dedicarle poco tiempo; se trata de decir algo importante (aunque sea sólo para ti) sobre una experiencia significativa y hacer eso puede llevarte a la inmovilidad. Incluso en este momento, que tecleo lo que supongo será la versión final de este texto, me siento tentado a no hacerlo, a dejar en el tintero para siempre esta humilde opinión sobre la que considero la obra maestra de un Martin Scorsese maduro, reflexivo, y en la cima de sus capacidades como narrador.
Silencio es un filme que cuenta la odisea de los jesuitas en su intento por cristianizar al Japón del siglo XVII. En dicha empresa, los padres, y todos los japoneses que se conviertan al cristianismo, son perseguidos, torturados, obligados a cometer apostasía y su fe es puesta a prueba constantemente, al límite del paroxismo. Específicamente, nos cuenta la historia del padre Sebastían Rodríguez (Andrew Garfield) y del padre Francisco Garupe (Adam Driver) quienes viajan a Japón en el año de 1640 en la búsqueda de su mentor, el padre Ferreíra (Liam Neeson), de quien se dice cometió apostasía durante la persecución de los cristianos y ahora vive como un japonés, con una esposa, con modos distintos a los suyos y predicando una religión distinta a la católica.
Alrededor de esta premisa se teje una historia apasionante, basada en el libro homónimo del escritor japonés Shusaku Endo, que nos invita constantemente a replentearnos algunos de los conceptos más importantes para los seres humanos tales como la vida, la muerte, la religión, la cultura y la fe. Este es, probablemente, el elemento central tanto de la película cuanto del libro; la discusión sobre el relativismo cultural que rodea a las distintas religiones del mundo, cada una de ellas, envuelta en un marco social, histórico y cultural distinto que las hace configurarse de maneras diversas y que hace que las relaciones entre ellas cuando colisionan sean, por lo menos, complicadas.
Resulta muy interesante apreciar las diversas posturas de los personajes ante esta problemática. Por un lado, apreciamos los esfuerzos de la iglesia católica, encarnada en los personajes de Rodríguez y Garupe, por introducir la fe católica entre los japoneses más pobres, población en la cual el catolicismo empieza a tener un modesto éxito, y la respuesta represiva de las élites dirigentes japonesas, quienes ahogan estas manifestaciones religiosas alternativas. Las élites gobernantes, demuestran una decidida acción coercitiva pues saben que la infiltración de valores distintos a los difundidos por el bushido, representaría el quebranto de la sociedad japonesa tradicional.
Aunque en la película se retrata el tormento de los mártires católicos japoneses, creo que Scorsese no intenta mostrar a las élites dirigentes como villanos. Aunque decididamente las escenas en las que vemos a las pequeñas comunidades de campesinos cristianos japoneses siendo atacadas y sus pobladores torturados son intencionalmente impactantes, Scorsese muestra el razonamiento detrás de estas acciones. Muchas veces, podemos ver a varios personajes de las élites japonesas ofreciendo argumentos por los cuales el Bushidoy la fe cristiana son incompatibles, y, por lo tanto, también los proyectos civilizatorios tanto de Japón cuanto del mundo católico.
Muchas veces, el personaje de Andrew Garfield, quien, al ser capturado por los japoneses pasa por una serie de castigos y penas que tienen como objetivo que cometa apostasía, es confrontado con argumentos que parten del relativismo cultural y del conocimiento de que cada región del mundo puede tener manifestaciones religiosas distintas. Es más, muchas veces, le dicen que las aspiraciones universales de la iglesia católica son válidas, pero también lo es el conservadurismo religioso a rajatabla que ellos han impuesto cuyo objetivo es no perder su forma de vida tradicional. Rodríguez, luce incapaz de rebatir tales argumentos. El esgrime que la iglesia católica y su fe, ya sonuniversales y que no puede ser de otra manera, que cualquier otra manifestación religiosa es errónea y que su deber es llevar la esperanza y la palabra de cristo a todos los rincones del planeta donde no se conozca al hijo de dios.
Al final, el inevitable encuentro entre Rodríguez y el padre Ferreira resulta de lo más interesante por las mismas razones. Ferreira intenta explicarle a Rodríguez las razones detrás de su renuncia a la fe católica y lo hace desde una postura relativista, con argumentos antropológicos de fondo. No es que Ferreira dejara de creer en su fe, sino que el descubrimiento de que diferentes creencias son válidas en diferentes regiones del mundo se convierte en una realidad apabullante. En ese sentido, Rodríguez es más un personaje que representa la fortaleza de la fe, su inmensa capacidad para soportar la incertidumbre y la duda. Él, a diferencia de Ferreira, decide no hacerle caso a las pruebas que se manifiestan ante sus ojos, ni siquiera al silencio de dios, quien parece mostrarse indiferente al sufrimiento de los cristianos que son masacrados en su nombre. Rodríguez es la fe encarnada.
No adelantaré mucho más de la historia, tanto de la película cuanto del libro, porque creo que el amable lector que me haga el favor de ojear este texto y que se anime a leer la novela de Endo y a visionar el filme de Scorsese, disfrutará enormemente descubrir estas dos obras de arte. Sin embargo, sí me gustaría contar cómo me hizo sentir a mí esa experiencia. Me considero ateo. A lo largo de mi existencia he vivido desapegado de cualquier manifestación de la fe aunque, también es cierto, la espiritualidad es algo que me llama la atención. Vivo con una suerte de esperanza de algún día experimentar una experiencia religiosa, una revelación que me haga creyente. Anhelo tener fe, pero, al final, siempre hay algo que me hace resistirme y permanecer en campo de los descreídos, de los agnósticos y ateos.
Como recompensa a esta actitud, he podido observar muchas prácticas religiosas con interés genuino y todas ellas me parecen fascinantes. Tanto por ser conmovedoras cuanto por ser violentas; consoladoras y amanazantes, bellas y arcaicas. Mi postura no me impide apreciar las nobles caractersticas de aquellos que creen ni tampoco la he utilizado para desmiratarlos. Al contrario, después de ver Silencio, la certeza que obtuve es que la fe es duda, aunque suene irónico, y para tenerla se necesita ser valiente como el padre Rodríguez y el padre Garupe, quienes se ven enfrentados a las más terribles torturas y al temible silencio de dios y, aun así, defienden su fe hasta el final. Me imagino que un creyetente contemporáeno se enfrenta a angustias similares. Creo, sinceramente, que hay belleza en ello.
Tal vez es lo que más conmueve en el filme de Scorsese, la postura estoica de sus personajes principales y su convencimiento de que la verdadera fe se lleva en corazón. En ese sentido, Silencio es una película impresindible no sólo para aquellos que se acerquen a ella para reafirmar su fe; sino también para quienes, como yo, encuentran belleza en la religión como expresión humana y cultural. En cualquier caso, estoy convencido de que estamos ante una de las mejores películas de Martin Scorsese y probablemente una de las más desconocidas. Verla es una confirmación de que el cineasta de New York sigue siendo y será por siempre uno de los más grandes artístas de todos los tiempos.
Termino este texto casi a media noche, con la sensación de que he desperdiciado mi oportunidad de decir algo importante sobre Silencio, pero ya no importa. En esto creo.