Sin tiempo para morir (Cary Joji Fukunaga, 2021) es un filme peculiar dentro de las películas protagonizadas por James Bond, el espía británico 007, creado por Ian Fleming y que fue interpretado por primera vez en la pantalla grande por Sean Connery en Dr. No (Terence Young, 1962). En términos resumidos, podemos decir que la última cinta de Daniel Craig como Bond es un cierre digno para la saga que empezó con Casino Royale (Martin Campbell, 2006), al mismo tiempo que puede ser tomada como un fin de ciclo para todas las encarnaciones de Bond, desde aquella primera interpretación de Connery hasta la trágica, y en cierto modo lacónica, personificación de Craig. Queda claro que lo que venga en el futuro será un nuevo tipo de Bond en todos los sentidos, no solo porque ahora tendremos a un actor diferente interpretando al personaje, sino porque Sin tiempo para morir ha alterado los ejes clásicos en los que se movía el espía secreto más famoso de la historia.
Este cambio en la concepción primaria del personaje se debe esencialmente al guion de la película. Para entender esto hay que saber que Daniel Craig, quien también es productor de la cinta, invitó a su amiga Phoebe Waller-Bridge, famosa por ser la creadora, escritora y protagonista de la estupenda serie británica Fleabag (2016), para darle una profundidad nueva a su última aventura como el agente secreto. Hay que decir que Waller-Bridge sin duda ha tenido éxito dándole una vuelta de tuerca al personaje —uno de los más altos representantes de la figura del macho en el cine— y lo ha confrontado con varios de los males más característicos de la masculinidad tóxica contemporánea; a decir, la reducción de las mujeres a cuerpos para el disfrute sexual masculino, la inseguridad, la depresión y la incapacidad para expresar emociones. Por primera vez vemos a James Bond enamorándose profundamente, aceptando la responsabilidad afectiva que esto conlleva y, sobre todo, enterándose de su paternidad. Detalles que parecen menores, pero que le dan una serie de matices hasta ahora inéditos en el personaje o que por lo menos se habían explorado poco en los filmes anteriores. El objetivo sigue siendo el mismo: salvar al mundo; sin embargo, ahora hay una familia que proteger, hay seres que le importan más que su vida y más que su lealtad a Su Majestad la Reina.
En ese sentido, vale la pena resaltar la interpretación de Daniel Craig quien es conmovedor en muchos pasajes de la película al mismo tiempo que se le sigue percibiendo como un asesino frío y calculador. Su versión de Bond se concreta como una suerte de héroe trágico quien se debate entre su felicidad personal y su deber como guardián del mundo occidental. Sus habilidades altamente calificadas lo convierten en una especie de súper hombre: físicamente superdotado, un imán para las mujeres, económicamente poderoso, con licencia para matar; es casi por definición la cristalización de la fantasía masculina y, sin embargo, el Bond de Craig anhela una vida estable, alejado del protagonismo y de la labor de salvar a Inglaterra, casi olvidado en algún rincón del mundo y, sobre todo, anhela amar y ser amado. Este arco se desarrolla especialmente en las últimas tres películas de la saga Skyfall (Sam Mendes, 2012), Spectre (Sam Mendes, 2015) y, por supuesto, No Time To Die, pero es en ésta ultima donde más podemos notar este aspecto del personaje. Algo es cierto: este Bond interpretado por Craig es muy distinto a su primera versión mostrada en Casino Royal, en donde encontramos a un protagonista más oscuro y letal; y en la menor Quantum of Solace (Marc Foster, 2008) en la que casi hicieron de Bond una calca del personaje de Jason Statham en la saga de El transportador (Corey Yuen, 2002).
A pesar de todo lo anterior, no estamos ante la mejor película de la era Craig, ese lugar esta reservado para Skyfall de Sam Mendes, quien nos entregó una película que realmente rescató al personaje de la intrascendencia a la que se estaba dirigiendo con lo hecho en Quantum of Solace y su acción al estilo de la saga de Rápido y Furioso (Gary Scott Thompson). Mendes basó su versión de Bond en sus orígenes literarios y le dio una alta dosis de clase y elegancia; nos ofreció una cinta que profundiza en la naturaleza trágica del héroe y su papel como espía británico, hizo un retrato de la sociedad inglesa que estaba en la antesala de un proceso de reflexión que desembocaría en el Brexit y, por si fuera poco, presentó a un Javier Bardem como villano inolvidable. Todo lo anterior envuelto en un paquete de lujo conformado por colaboraciones artísticas de primer nivel como la fotografía de Roger Deakins, la música de Thomas Newman e incluso el tema de Adele. De todas las películas del Bond de Craig, Skyfall es la más inglesa, la más grande, con mayor clase y más artística de todas. .
Sin tiempo para morir es lamentablemente una imitación de esa grandeza y no logra superarla en ningún rubro. Aunque el guion es inteligente y las actuaciones son buenas, la dirección de Fukunaga carece de libertad creativa y del aplomo de Mendes —sin duda, el mejor trabajo de Fukunaga sigue siendo la primera temporada de la inolvidable serie de HBO True Detective (2014). Por ello, el resto del apartado técnico cumple, pero se siente desalmado, de molde y con ánimo de jugar a lo seguro. En ese sentido, es muy notoria la influencia de The Dark Knight Rises (Christopher Nolan, 2012) no solamente en el tono y la estructura de la trama, sino hasta en la música de Hans Zimmer, quien parece haber repetido nota por nota la partitura de la ultima película del Batman de Nolan. No sobra decir que, justo como aquella última aventura del caballero de la noche, Sin tiempo para morir es un final digno e interesante, pero lamentablemente no a la altura de sus predecesoras.
La exhibición de películas en salas de cine vive un proceso de lenta e incierta recuperación. Mientras este formato lucha por mantenerse a flote, cada vez más productoras optan por estrenar sus grandes apuestas fílmicas en modelos híbridos que dan mayor espacio al streaming. Sin embargo, las salas de cine siguen ejerciendo un embrujo del que es imposible escapar y una película como Sin tiempo para morir representa una oportunidad única para disfrutar de un filme de acción bien planteado e inteligente en la pantalla grande. Tal vez no es mejor que Skyfall, pero el adiós de Craig como James Bond sigue siendo una aventura bien contada, magníficamente interpretada y con un enfoque novedoso, a cargo de Phoebe Waller-Bridge, que no podrá ser ignorado por el próximo director o directora que se haga cargo del personaje y, por supuesto, tampoco por quien sea el próximo encargado —o encargada— de interpretar al agente 007.
El autor forma parte del equipo editorial de CINEMATÓGRAFO.