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La película que sigue a una exitosa ópera prima resulta un reto de dimensiones mayúsculas para cualquier cineasta. La presión por demostrar que el buen recibimiento de su proyecto anterior no fue un golpe de suerte, sino el primer escalón de una prometedora carrera en el competitivo mundo del séptimo arte, es mayúscula. Es lógico que, cuando los directores pertenecen a sectores externos de los que tradicionalmente dominan el gremio (hombres blancos, anglosajones, heterosexuales y de mediana edad), el escrutinio y las expectativas, por parte tanto de las casas productoras y los compañeros del sector, como de los críticos y el público, aumenten considerablemente.
Mujercitas es la segunda película de la directora estadounidense Greta Gerwig. En 2017 Gerwig entró por la puerta grande cuando el primer largometraje que escribió y dirigió, Lady Bird, se convirtió un éxito entre críticos y audiencias. Lady Bird recaudó casi 80 millones de dólares en taquilla a nivel mundial y fue nominada para cinco Premios de la Academia, incluyendo dos para Gerwig por el guión y la dirección (convirtiéndose en la quinta mujer en ser nominada en esta categoría, después de Lina Wertmüller, Jane Campion, Sofia Coppola y Kathryn Bigelow).
El éxito de Lady Bird catapultó a Gerwig a otra categoría, convirtiéndola no sólo en una joven promesa de la dirección cinematográfica, sino en un símbolo para las mujeres de su generación. La expectación por su siguiente proyecto se incrementó considerablemente cuando anunció que su segundo largometraje, el cual escribiría y dirigiría, sería una nueva adaptación de Mujercitas, la clásica novela de la escritora estadounidense Louisa May Alcott, y que su elenco incluiría tanto a estrellas consagradas (Meryl Streep y Laura Dern) como jóvenes promesas de Hollywood (Saoirse Ronan, Emma Watson o Timothée Chalamet).
Lejos de ser un terreno seguro, proponer una nueva versión de un clásico literario que ya había sido adaptado en seis ocasiones para la pantalla grande y en múltiples ocasiones para la televisión, parecía una apuesta complicada y riesgosa. Sin embargo, representaba también una oportunidad de oro para adaptar, desde una mirada femenina y contemporánea, una extraordinaria novela que no sólo ha resistido el paso del tiempo, sino que se ha convertido en un clásico atemporal que expone la complejidad que enfrentan las mujeres para crecer y desarrollarse en las diferentes facetas de su vida en un entorno político, económico, social y cultural que —tal y como sigue pasando en la actualidad— ha sido diseñado para y por hombres.
No cabe duda de que los resultados de la apuesta de Gerwig sobrepasaron las amplias expectativas. Mujercitas es una extraordinaria película. La fotografía, la ambientación, la dirección de arte, la música y el vestuario son de primerísimo nivel, un ejemplo claro del liderazgo y las cualidades de Gerwig como directora. Las secuencias en la playa y en los bosques otoñales del este estadunidense son verdaderas obras de arte, reflejo de la sensibilidad artística tanto de Gerwig como de su grupo de colaboradores. Sin embargo, es importante acotar que, más allá de sus cualidades técnicas, Mujercitas destaca por el excelente guión de Gerwig y las actuaciones de sus protagonistas.
El primer paso para adaptar una historia que ha sido contada en múltiples ocasiones es encontrar un giro innovador y moderno, que permita vincularla con las nuevas generaciones, sin sacrificar su estilo y esencia. Gerwig optó por romper la tradicional estructura lineal del libro y propone un esquema de flashbacks, un diálogo entre presente y pasado que va develando a la audiencia, de forma progresiva, la dinámica de la familia March y el carácter de cada una de sus integrantes. La propuesta funciona e incluso fortalece el aura melancólica de la historia, uno de los atributos distintivos de la novela de Alcott.
Mujercitas es la historia de cuatro hermanas que crecen en un pequeño pueblo del nordeste de Estados Unidos en el último tercio del siglo XIX. Las hermanas March (Meg, Jo, Beth y Amy), a pesar de tener personalidades y ambiciones no sólo distintas sino incluso contrastantes, comparten una profunda sensibilidad artística, la cual les permite superar el difícil entorno de carencias (tanto económicas como familiares) al que se ven obligadas a enfrentarse durante sus años de adolescencia. Tanto la novela como la adaptación de Gerwig hacen un marcado énfasis en describir la cotidianidad de la familia March, lo cual nos permite —como espectadores y lectores— construir una intimidad particular con los personajes, así como encontrar, invariablemente, similitudes con nuestros propios entornos familiares.
El personaje principal e hilo conductor del desarrollo de la historia es Jo March. Jo es uno de los grandes personajes femeninos de la literatura universal (a la altura de Lizzy Bennet, Scarlett O´Hara o Catherine Earnshaw), símbolo de la mujer moderna que exige una voz y un lugar fuera de los esquemas de género tradicionales de las sociedades occidentales. A través de los ojos y la pluma de Jo, conocemos la poderosa sororidad de las hermanas March, fortalecida durante los complicados años de guerra, así como su relación con su madre, su tía y su vecino Laurie.
El papel de Jo March recayó en la infalible actriz irlandesa Saoirse Ronan. Con tan sólo 25 años, Ronan cuenta con una carrera que envidiaría cualquier actriz veterana, la cual incluye incontables reconocimientos, entre ellos, cuatro nominaciones a los Premios de la Academia, la última, precisamente, por su papel en Mujercitas. Ronan superó con creces el reto de ponerse en los zapatos de este icónico personaje: su actuación refleja la fuerza y complejidad del personaje, su pasión y ambición por su carrera literaria, así como su profundo amor y devoción por su madre y hermanas.
La actuación de Ronan se ve complementada por un gran elenco de actores de reparto, entre los que destacan Laura Dern, Timothée Chalamet y Florence Pugh. Dern encarna a la madre del clan, una mujer fuerte, empática y generosa, que conoce y comprende las diferentes inquietudes de sus hijas y las anima a seguir sus respectivos proyectos de vida. Chalamet hace el papel del vecino Laurie, el único elemento masculino en el universo femenino de las hermanas March y con quien todas las hermanas tienen una profunda conexión. El padre, alejado del entorno familiar por la guerra, es un personaje distante, muy secundario en el desarrollo de la trama. Pugh, por su parte, es Amy, la temperamental hermana menor, con quien Jo tiene una complicada relación y a la cual, en esta versión, Gerwig da un giro muy interesante, al reconocerle su derecho a ambicionar tanto un mejor nivel de vida como de hacerlo con las herramientas disponibles en su entorno y situación particular.
La versatilidad de Dern, la explosiva química entre Ronan y Chalamet y la pasión de Pugh son una clara muestra del enorme talento de una directora que sabe sacar lo mejor de cada uno de los involucrados en su proyecto. Mujercitas es una cinta inteligente y llena de pasión, que refleja la complejidad de crecer y encontrar una voz y un camino propio. El trabajo de Gerwig es también una muestra más de la imperiosa necesidad que tenemos de mujeres al mando, no sólo en el terreno artístico, sino en el político, económico, social y cultural, para reinterpretar y ver desde nuevas perspectivas, realidades que ya creíamos vistas o conocidas.
El autor es internacionalista, historiador, diplomático y cinéfilo. Colaborador y amigo de CINEMATÓGRAFO. Es subdirector del Instituto Cultural de México en España.
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