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Recomendación
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Marnie (1964)
de Alfred Hitchcock 

Año: 1964

Dirección: Alfred Hitchcock

Guión: Jay Presson Allen

Fotografía: Robert Burks

Elenco: Tippi Hedren, Sean Connery, Diane Baker y Martin Gabel.

​Música: Bernard Herrmann

5 de noviembre de 2020

por Jorge Zendejas

Una mujer camina a paso firme por los andenes de una estación de ferrocarril. En una habitación de hotel se lava el pelo teñido. El agua color negro escurre en el lavabo y revela su cabello dorado. Es Marnie. Ordena fajos de billetes y los guarda en una maleta dentro de un casillero. 

 

Un taxi la lleva a Baltimore, justo a un costado del puerto. Niños juegan con las embarcaciones de fondo como escenario. Para su sorpresa, una niña abre la puerta. La sensación de celos es notable y Marnie tiene dificultades para controlarse. Su madre la recibe con cariño, pero titubea, su semblante se vuelve frío y recrimina a su hija la visita sin previo aviso. Después de discutir la ausencia de afecto materno, Marnie sube las escaleras y toma una siesta. 

 

Sin embargo, es imposible descansar. Las pesadillas inundan su sueño, los colores brillantes la aterran y experimenta una regresión a su niñez; también una sensación de terror incontrolable. Sólo la voz de su madre que la despierta para cenar termina con el martirio. Este episodio no es el único. 

 

Marnie fue testigo y víctima durante su infancia de un hecho que no recuerda y que de alguna forma define su visión de mundo, y la de su madre: el desprecio por los hombres y la necesidad de valerse por sí misma. Su trauma va acompañado de un trastorno caracterizado por cambiar de identidad y por la obsesión de robar en los trabajos que se emplea como secretaria. 

Mark Rutland —hombre viudo, rico, zoólogo frustrado y dueño de una empresa de publicaciones en Filadelfia— se obsesiona con el comportamiento de Marnie: decidido, inteligente, preciso, que se transforma en errático cuando colores como el rojo detonan sus más oscuros recuerdos. Marnie acaba robando a Rutland; pero esta vez es descubierta. Él le ofrece como alternativa —a la denuncia y posible encarcelamiento— un acuerdo inusual: casarse y de alguna forma convertirla en un objeto de estudio, como su obsesión por la lujuria animal y los depredadores. 

Rutland se convence a sí mismo que está ayudándola al contribuir a entender su cleptomanía, sorteando las secuelas de sus robos en trabajos previos y ofreciéndole una vida de lujos y comodidades, que le permiten, por ejemplo, poseer el caballo que Marnie suele montar en Virginia. Pronto, sin embargo, se convierte en otro abusador, tanto psicológico como sexual. 

Esta extraordinaria película de 1964 hipnotiza con su paleta de color neutralizado para destacar el verde, amarillo, y rojo de la violencia del trauma. A manera de homenaje utiliza artificios del expresionismo alemán —producciones del cine mudo en las que trabajó Alfred Hitchcock al inicio de su carrera— como las tormentas eléctricas, u otros con encanto propio como los paisajes de fondo ilustrados. Asimismo, es el fin de una fructífera colaboración entre Hitchcock y el director de fotografía, Robert Burks, así como con el editor, George Tomasini; y está protagonizada por Tippi Hedren en una actuación memorable como Marnie —mamá de Melanie Griffith y abuela de Dakota Johnson—y por el legendario actor Sean Connery como Rutland. También aparece Diane Baker que algunos recordarán por sus actuaciones en varias series de televisión estadunidenses y como la senadora Ruth Martin en El silencio de los inocentes (Jonathan Demme, 1991).

 

Marnie reflexiona sobre una hipótesis a la que volvió Freud al final de su vida: la neurosis como consecuencia de la memoria reprimida de un abuso sexual durante la infancia. De forma paralela muestra las contradicciones y los claros oscuros artísticos y personales de un director legendario en la historia del cine. Hitchcock pierde su distintivo control minucioso en los detalles; en buena medida por su obsesión —visual, cinematográfica y personal— por la protagonista. Obsesión claramente reflejada en la insistencia de los primeros planos y en la actuación de Hedren, víctima del acoso y chantaje del director —como se ha documentado en diversos medios desde finales del siglo pasado. 

De alguna manera Hitchcock se desnuda y nos muestra que su interés por el deseo sexual también entraña una frustración por convertir sus fantasías, plasmadas en esta sucesión de imágenes, en realidad.

El autor forma parte del equipo editorial de CINEMATÓGRAFO.

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