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Reseña
Mank
por Pablo Andrade

25 de abril de 2021

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Las películas que hace Hollywood sobre otras películas, generalmente grandes clásicos, suelen llamar mi atención a priori. En general, abonan a la construcción de los mitos de las figuras de los cineastas que estuvieron detrás de la creación de las obras maestras o de las leyendas que circundan alrededor de las filmaciones. Sin embargo, para ser sinceros, la verdad es que estas películas no suelen ser tan buenas y el hype que generan desaparece casi de inmediato. Mi película favorita de esta especie de subgénero es, sin lugar a dudas, La sombra del vampiro (2000) de Elias Merhige, protagonizada por Willem Dafoe y John Malkovich, que gira en torno a la filmación de la mejor cinta de terror de todos los tiempos Nosferatu (F.W. Murnau, 1922) y sobre el mito famoso entre cinéfilos que dice que Murnau contrató a un vampiro de verdad para interpretar al icónico Conde Orlok.

Este año, la gran fábrica de imaginarios de Hollywood, nos trae de la mano de David Fincher, un cineasta brillante, una nueva propuesta de este tipo: Mank (2020) que cuenta la historia de Herman Mankiewicz, guionista de la que es considerada por muchos el mejor filme de la historia Ciudadano Kane (1941) de Orson Welles. La cinta de Fincher es de una manufactura envidiable, propia de la obsesión de su autor con el perfeccionismo y con indudable talento para narrar historias de manera audiovisual. El filme además cuenta con la actuación principal de Gary Oldman como Mank y está arropado por interpretaciones secundarias de Amanda Seyfried y Lilly Collins. Sin embargo, a pesar de todo lo bueno que tiene esta película, se trata de la obra más aburrida, fría y distante de Fincher en muchos años. Esto es bastante curioso porque en realidad se trata un proyecto muy personal, ya que el guion fue escrito por el propio padre del director: Jack Fincher.

 

Pero el resultado es extrañamente impersonal, casi como si Fincher, al reconstruir un estilo propio del noir de la década de los cuarenta, hubiera acabado por abstraerse del filme; como si sólo hubiera puesto su talento para narrar una historia que no sintió suya en ningún momento; como si la sombra del padre hubiera pesado sobre él en todo momento. Estamos ante una rara paradoja, una película perfecta en todos los rubros, aunque fallida tratándose de un producto que uno de los mejores directores contemporáneos. Si hubiera sido hecho por cualquier otro cineasta sería alabada unánimemente, pero viniendo de Fincher acaba por parecer un trabajo de encargo... una especie de deuda pendiente que pagó de manera rápida, para cumplir y salir del paso.

Mucho me temo que Mank no será recordada como el correlato perfecto de Ciudadano Kane, y tampoco será un clásico moderno ni estará entre los filmes más recordados de Fincher. Seguiremos esperando el trabajo por el cual el directo de grandes películas como Seven (1995) y Zodiac (2007) sea reconocido finalmente por la Academia. El momento no ha llegado.

Mank está en Netflix.

El autor forma parte del equipo editorial de CINEMATÓGRAFO.

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