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Ensayo
Lost Highway de David Lynch
por Dulce Maria Oseguera

27 de septiembre de 2017

Hablar de Lost Highway (1997) es ahondar en la identidad de David Lynch, a mi paracer uno de los principales directores de la actualidad. Este filme se ha convertido a través de los años en la esencia de lo que se conoce como cine de culto y representa, a su vez, a una subcultura de cinéfilos conocedora del repertorio cinematográfico de Lynch —uno que subraya la excelencia del género de suspenso (thriller). A continuación realizaré un breve análisis sobre el argumento de la película y profundizaré en su montaje y algunos elementos que lo integran para asimilar su inusual narrativa. Efectivamente, desconcertante es como llamaría al montaje de esta cinta. Al igual que la mayoría de las obras fílmicas de este director, transcurridos los primeros veinte minutos lo insólito se hace presente en el argumento. Fred Madison (Bill Pullman) se desconcierta al recibir un mensaje en el intercomunicador de su casa: “Dick Laurent está muerto”.

Fue como si alguien hubiera abierto la puerta de un lugar oscuro y escalofriante que parecía irreal y, al mismo tiempo, demasiado cercano como para sentirse tranquilo. Con el tiempo, esto es exactamente lo que a mí y a otros fans nos ha llegado a encantar de Lynch: la manera que tiene de conseguir mostrarnos lo que se esconde bajo la superficie… 

Michel Laurent

Madison vive con su novia Renne (Patricia Arquette). En días posteriores ella encontrará una seria de misteriosas cintas de video que contienen grabaciones del interior del departamento donde viven. Éstas desempeñarán el papel de un puente que nos ayudará a su vez a encontrar otros elementos simbólicos en la percepción entre lo real y lo delirante, particularmente sobre el protagonista de esta historia. Un ejemplo de esto, son los escenarios con tonalidades rojas y negras, el vestuario de los actores y los escasos diálogos que comenzarán a generar tensión en el espectador. 

 

Algunos aspectos que caracterizan el trabajo de dirección de Lynch son, sin duda, los cambios bruscos en la lógica de la narrativa. Desmenuzemos, por ejemplo, la secuencia de la fiesta del amigo de Renee: Andy (Michael Massee). Quizá una de las escenas más extrañas de la película. En ella, Lynch altera constantemente el tiempo fílmico introduciendo factores perturbadores, que rompen la experiencia racional y coherente para espectador. Al mismo tiempo, los diálogos en este fragmento resaltan la naturaleza amenazante y confusa de los personajes, lo que abona a la construcción de una atmósfera enrarecida y sofocante. Este tipo de diálogos son trascendentes para el desarrollo posterior de la historia, porque cuando se trata de Lynch cualquier línea dentro del guion —por más insignificante que parezca— puede ser la clave para el entendimiento general del largometraje. 

 

Al director le gusta desencajar al espectador de formas bruscas y en los momentos más inesperados. Por tanto, resulta fundamental poner atención a todo dentro del encuadre y a cada linea de guión, pues como dije antes cualquier elemento nos puede proporcionar la pauta para la construcción de la secuencia lógica del montaje. Para comprender este tipo de experimentación cinematográfica considero conveniente compartir la explicación del propio Lynch sobre esta aproximación al cine:  

 

Los tipos de historias que me gustan son las que contienen cierta dosis de abstracción, las que dependen más de la comprensión intuitiva de la lógica. Para mí el poder de una película va más allá de la simple tarea de contar una historia. El cine tiene el poder de describir cosas invisibles. Funciona como una ventana a través de la cual entras a un mundo diferente, algo parecido a un sueño. Creo que el cine tiene ese poder, porque, a diferencia de las demás [artes], utiliza el tiempo como parte de su proceso.” (Tirard, 2003: 141)

 

Otro ejemplo que podemos citar para ilustrar esta técnica es la escena del asesinato de Renne dentro de su departamento. En este momento la trama se complica y permite la entrada de otros extraños personajes como Pete Dayton (Balthazar Getty), quien comparte de cierto modo la identidad de Fred Madison; o de Alice Wakefiel, que posee un notable parecido físico con Renne. Estos personajes corroboran una particularidad en el estilo narrativo de Lynch: suele utilizar los mismos actores para interpretar distintos papeles, que están además estrechamente vinculados entre sí. Esto produce un ambiente de desconfianza hacia todos los personajes y es uno de los sellos que definen la filmografía de este director.  

 

Lynch juega también con la noción de linealidad dentro de la narrativa alternando flashbacks y flashfowards, y utilizando planos generales que poseen encuadres amplios y que permiten una extensa visibilidad del contexto. Nos situan en escenarios abiertos como el desierto, un bonito vecindario, dentro de interiores como la celda de una prisión, una cabaña o el cuarto de un hotel. Toda esta narrativa nos aporta datos valiosos para comprender el desarrollo de la historia. Aunque no dejan de ser información abstracta para que así el propio espectador hile por su cuenta la trama. De modo que la lógica y perspectiva personal logran que cada espectador experimente la película de forma distinta. 

 

Finalmente, no puede dejarse de lado la música incidental que acompaña cada plano del trabajo cinematográfico de Lynch. Las guitarras eléctricas, por ejemplo, inducen una experiencia de ansiedad e irritabilidad. En palabras del propio Lynch, la dinámica de musicalización comienza con un diálogo con Angelo Badalamenti, su compositor:

 

[Él] graba todo tipo de música que voy escuchando mientras estoy rodando la película, bien con auriculares durante las escenas de diálogo o en altavoces, para que todo el equipo se ponga en situación. Es una gran herramienta, es como una brújula que te ayuda a encontrar la dirección adecuada (Ibídem, 2003: 142)”. 

 

Además, la banda sonora incluye canciones de Nine Inch Nails, Marilyn Manson, Rammstein y David Bowie. Concluyo este texto otra vez con las palabras de Laurent Tirard, que describen a el perfil de un director tan desconcertante como sus películas: 

 

David Lynch no es, en absoluto, lo que esperas que sea. Sus películas suelen ser extrañas y retorcidas, repletas de personajes ambiguos y a veces aterradores. Pero el hombre que hay detrás de la cámara es uno de los directores más sencillos, cálidos y afables que he conocido, ¡por eso me preocupa mucho más lo que sucede realmente en los recovecos más oscuros de su mente!” (Ibíd., 2003: 137).

REFERENCIAS

Michel Laurent, Lecciones de cine. Entrevistas a cargo de Laurent Tirard. Clases magistrales de grandes directores explicadas por ellos mismos, Barcelona, Paidós, 2003.

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