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Reseña
Logan
por Miguel Ángel Berber

The Last of Them: un decadente Logan

10 de abril de 2017

En la (no tan reciente) producción cinematográfica de superhéroes en Estados Unidos es común que un mismo personaje haya sido interpretado por distintos actores. No es mi intención enlistar las razones detrás de los cambios de intérpretes, pero es preciso señalar que hasta el momento tenemos seis batmen (Adam West, Michael Keaton, Val Kilmer, George Clooney –exacto, what?! –, Christian Bale y Ben Affleck); tres supermen (Christopher Reeve, Brandon Routh –exacto, who?! – y Henry Cavill); tres spidermen (Tobey Maguire, Andrew Garfield y Tom Holland); y tres hulks (Eric Bana, Edward Norton y Mark Ruffalo).

Por otro lado, hay actores que han decidido (o dado el lujo de) reinterpretar a un mismo personaje de cómic, como Ryan Reynolds que en dos ocasiones adoptó el papel de Deadpool (y va por la tercera). La primera adaptación (muy libre) de este superhéroe se realizó en X-Men Origins: Wolverine (2009), primer proyecto fílmico de la serie que buscó contar la historia individual de uno de los “hombres X”. Curiosamente, Wolverine ha sido interpretado consistentemente por un mismo actor en ocho películas: Hugh Jackman.

Puede ser muy fácil elegir una actuación predilecta entre tantos nombres. Hay quienes afirman que Michael Keaton fue el mejor Batman por traerle un tono “más serio” al caballero oscuro; otros elegirán a Christian Bale por el “realismo” del superhéroe. Y habrá quienes prefieran los pezones y glúteos de Clooney, ¡cada quién! (acá entre nos, su película me divierte). Pero, ¿cómo elegir la mejor actuación de un actor que ha interpretado al mismo personaje durante diecisiete años?, ¿cómo establecer un parámetro? Sin duda alguna, el decadente Logan (2017) lo realiza de manera sobresaliente.

 

Desde la primera escena se muestra esa decadencia. El protagonista ha envejecido y es incapaz de curar inmediatamente las heridas adquiridas en esta primera batalla; la habilidad regenerativa del mutante va en detrimento. Pero no todo está perdido, el personaje conserva el humor, el salvajismo y la brutalidad que lo caracteriza —probablemente la película es una de las más violentas de la saga de los X-Men.

 

Esta combinación entre decadencia y brutalidad es quizá uno de los elementos centrales de la historia. La película nos muestra un Logan completamente distinto, tratando de sobrevivir en un mundo en el que los hombres equis y el resto de los mutantes han desaparecido.  En los primeros minutos de la película se nos muestra a un protagonista que ha perdido su trabajo de superhéroe y lucha por adaptarse a un mundo que se encuentra en declive para los de su especie. Se acabaron las grandes aventuras. Ahora sólo intenta sobrevivir.

 

En este mundo apocalíptico para los mutantes, Logan tiene dos acompañantes: Caliban y Charles Xavier. Este último sufre de una enfermedad mental degenerativa, que lo convierte en una amenaza pues ya no puede controlar su poderosa telepatía y telequinesis. Esta condición lo hace prófugo y se oculta en la tierra donde todo es posible: México. Durante la introducción del personaje, se observa un Profesor X diametralmente diferente a lo que estamos acostumbrados: prácticamente orate y falto de cordura. A lo largo de la trama, el Profesor X también olvida sus buenos modales y la ecuanimidad. Xavier ha perdido su trabajo como profesor.

 

El alto contraste entre lo que conocíamos y lo que se nos muestra en esta película es posible gracias a la buena actuación de Hugh Jackman y de Patrick Stewart. La relación entre sus personajes es lo único que queda de los X-Men, de ahí que el trabajo conjunto de actuación de varios años plasme de manera ideal este último episodio del mentor con su pupilo. Es una relación conflictiva, como siempre lo ha sido, pero también es profundamente cariñosa y de amor fraternal.

 

La aventura final de los héroes comienza cuando Logan se encuentra con Gabriela López, una enfermera mexicana, y una niña, Laura. Pronto se descubre que la infante tiene garras de adamantio y poderes regenerativos, como los de Logan. En un mundo donde los mutantes ya no nacen, sino que se hacen (y se hacen en México), Laura es el resultado de un experimento genético donde se utilizaron células de Wolverine; en otras palabras, Logan es padre de Laura, quién ha escapado de sus creadores en la Ciudad de México.

 

Aunque en un principio el protagonista se niega a reconocer esta relación, acepta al final la petición de Gabriela: llevar a Laura a un lugar en la frontera con Canadá conocido como el “Edén” para que esté a salvo con otro grupo de niños mutantes. Así empieza la misión final de Logan, con una fórmula poco original, pero bien ejecutada: un viaje a lo largo de Estados Unidos donde un hombre enseña las diferencias entre el bien y el mal a una niña, que ha crecido con otros parámetros morales y éticos en un mundo donde la especie de ambos está en extinción; por ejemplo, un videojuego que utiliza una fórmula similar es The Last of Us.

Si bien todos estos elementos hacen que la película sea amena y sea una de las mejores de la saga, tiene algunos pequeños pecados. En primer lugar, la película despliega una obsesión con el uso reiterado de las células del protagonista. El villano en esta ocasión es un clon de Wolverine y carece de algún tipo de personalidad, lo que lo hace poco llamativo e inadecuado para el clímax. Donald Pierce (Boyd Holbrook), quien al principio se convierte en un hilo conductor importante, posteriormente es relegado como un antagonista secundario. En segundo lugar, llama la atención la concepción sobre México: un lugar sin ley donde todo está permitido. No sólo los mutantes se esconden cerca de la frontera con Estados Unidos y son atacados por la mercenaria y corrupta Policía Federal, sino que la empresa que realizó los experimentos se instaló en la Ciudad de México porque en Estados Unidos y Canadá se encontraba prohibido ese tipo de violaciones éticas y de derechos humanos (¡cómo si en México estuviera permitido!). A pesar de esto, también la película tiene algunos símbolos que recuerdan la situación de la política actual entre estos dos países: que los protagonistas recorran un país, siendo prófugos, para llegar a la tierra prometida más al norte podría representar algún guiño con la inmigración ilegal (e infantil).

 

Más allá de cualquier significado político que se le quiera dar, Logan vale la pena porque no es la típica película de superhéroes, es una historia de decadencia y brutalidad. Si es efectivamente la última película individual del personaje, habrán logrado un final épico y merecido para uno de los héroes más queridos y simpáticos de la actual producción cinematográfica de Estados Unidos.

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