No creo que haya mucho que decir sobre Licorice Pizza, lo que considero un enorme cumplido. Paul Thomas Anderson es más inteligente que los críticos, que la audiencia, es un director en todo el sentido de la palabra. Con esto me refiero que al reseñar una película es fácil tomar ese todo y reducirlo a un par de palabras para decir “se trata sobre esto”. El problema es que Paul Thomas Anderson no hace películas, sino épicas. El pastel está ahí, uno elige la rebanada y comenta lo que más le interesa. Si es la fotografía, color, actuaciones, diseño de producción, ambientación, referencias, guion, trama, psicología de los personajes, tono, depende de cada cual. Pero lo genial no es que uno pueda señalar esas cosas separadas, sino preguntarse cómo es que todo eso está perfectamente integrado. Una reseña de sobre Paul Thomas Anderson siempre estará incompleta, desmenuzarla no añadirá nada, al contrario, siempre dejaremos algo fuera.
Licorice Pizza sucede en el Valle de San Fernando, California, en 1973. Es una historia de amor entre un joven de quince años, Gary Valentine, niño actor, pequeño empresario; y Alana de veintiocho, todavía en casa de sus padres, con trabajos intermitentes. Cooper Hoffman, hijo de Philip Seymour Hoffman interpreta a Gary. PSH fue colaborador y amigo de Paul Thomas Anderson hasta su muerte en 2014. En Punch Drunk Love (2002) su personaje era el rey de los colchones. En Licorice Pizza, Cooper empieza su negocio de camas de agua.
Anderson eligió a Alana Haim, de la banda Haim (en la que también están sus hermanas Danielle y Este) y a su familia para interpretarse a ellos mismos en la película. Los protagonistas de Licorice Pizza son extraordinarios en sus interpretaciones a pesar de no ser actores entrenados. Paul Thomas Anderson optó por personas cercanas a él y al Valle de San Fernando. Esta decisión me hace pensar cuando eligió a Vicky Krieps, actriz luxemburguesa relativamente desconocida, para hacerle frente al personaje de Daniel Day Lewis en Phantom Thread (2017). Vicky Krieps aportaba a la película un rostro intenso, salvaje, una naturalidad que contrastaba con el temperamento controlado, meticuloso, neurótico de Day Lewis.
En el caso de Licorice Pizza los dos personajes debían tener “chutzpah”, confianza en sí mismos, audacia, arrojo. Pues la película se sitúa una época en la que todos estaban vendiendo y comprando, trabajando, moviéndose y aprendiendo sobre la marcha. Alana Haim experimentó ese mundo en carne propia, su madre fue maestra de arte de Paul Thomas Anderson en la primaria, es oriunda del Valle, empezó a tocar instrumentos desde los cuatro años, tiene una banda con sus hermanas. Su vida es más interesante y cercana a la trama de la película que la de una actriz que hubiera tenido que prepararse para el papel. Además, su cara expresa vitalidad, vigor, muy poca artificialidad. Cooper Hoffman por su edad no está “contaminado”. Es fresco y tiene esa bobería que rara vez se ve en las personas de hoy, falta de conciencia, que en este caso es parte de lo que trata la película. Los dos encajan perfectamente en el mundo de la película, donde las personas no se preparan académicamente para hacer las cosas, simple y sencillamente las hacen.
Gary tiene una “pequeña empresa” de relaciones públicas para restaurantes, después incursiona en el negocio de las camas de agua y por último abre una tienda de pinball. En inglés se refieren a él como “hustler” que se traduciría como estafador, pero realmente un “hustler” describe más a una persona que siempre está a las vivas, que hace de todo, que es movido. Gary la hace de actor, camarógrafo, hombre de negocios. En cambio, Alana, a pesar de tener mucha presencia y energía, está básicamente sin rumbo y Gary representa para ella la manera de canalizar productivamente toda su energía. Se vuelven socios y su relación constantemente invierte los roles de quién es el adulto. De hecho, a pesar de tener quince años, Gary parece más estable que todos los adultos de la película: Sean Penn, Bradley Cooper, Tom Waits, Harriet Sansom Harris son magníficos en sus interpretaciones de gente del medio. El acierto de Paul Thomas Anderson es que elige el humor sobre la nostalgia; y, en lugar de mistificar Hollywood y los setenta, se ríe de quienes habitan ese universo.
Alana y Gary dependen el uno del otro y su relación cobra vida propia, por un momento obviamos que él tiene quince y ella veintiocho. La edad no es la principal razón por la que se atraen, sino porque se complementan, porque se desesperan. Sus temperamentos chocan y constantemente están en competencia el uno con el otro, el conflicto los une. Mensaje que en lo personal me gusta mucho, pensar el amor como una guerra en la que todos salen ganando.