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Ensayo
la redefinición 
del terror fílmico:
"La Bruja"
como nuevo exponente
por Luis Osnaya

15 de junio de 2017

La Bruja (2015), filme debut, escrito y dirigido por Rogert Eggers, es un thriller sobrenatural que cuenta la historia de seis integrantes de una familia de puritanos que, después de haber sido expulsados de un asentamiento de colonizadores ingleses, deben enfrentarse a la incertidumbre de la exclusión y a una amenaza maligna que se avecina desde el bosque cercano.

                                                           

La película comienza con la desaparición inexplicable de Samuel —hijo recién nacido del granjero William (Ralph Ineson) y de su esposa Katherine (Kate Dickie)—, cuando éste jugaba con su hermana mayor Thomasin (Anya Taylor-Joy) en un bosque cercano a su hogar. La responsable es una bruja que lo mata y utiliza sus restos para crear una especie de medicamento, que unta por su cuerpo a manera de hechizo para volar. Este suceso no sólo es una tragedia para la familia, también la perseguirá por el resto de la película y la encaminará hacia un destino ineludible.

 

Uno de los principales méritos de La Bruja —que contrasta con otras cintas actuales de terror— es la destreza con la que ubica al espectador en ese contexto. Busca que éste entienda las aspiraciones y los deseos de los protagonistas, e inclusive lo hace partícipe de la histeria religiosa. No es una labor sencilla, si se considera que la historia está ambientada en el siglo XVII, en un bosque desolado del territorio de la actual de Nueva Inglaterra (Estados Unidos) y los protagonistas pertenecen a una familia puritana. Para sortear esta dificultad, Eggers se dio a la labor de buscar y recopilar —como se menciona al final de la cinta— datos históricos, especialmente archivos de juicios a brujas del poblado de Salem. Estos resultaron útiles para definir el lenguaje y tono que se utilizaría (que en ocasiones transcribió directamente de estos documentos). Asimismo, esta investigación exhaustiva resulta invaluable para entender las aspiraciones y los anhelos propios de la época; y permite, a su vez, hacer una representación fidedigna de lo que ocurría en ese entonces —por ejemplo, la ilusión de sus protagonistas por comer una manzana o probar la mantequilla (un episodio menor, pero que detalla bien los deseos de la época).

 

Al concluir la primera parte de la cinta, la fidelidad y amor familiar están en entredicho por los eventos que resultan de la desaparición de Samuel. Además, derivado de este trágico evento, cada uno de los personajes muestra su “naturaleza corrupta” de acuerdo con la percepción puritana. Por ejemplo, Caleb (Harvey Scrimshaw) —otro de los hijos de la familia— muestra un despertar sexual propio de un adolescente frente a su hermana Thomasin, a quien encuentra atractiva; sin embargo, Caleb no lo entiende y le causa incomodidad. O bien se muestran contrastes de personalidad en algunos integrantes de la familia, como su padre William: por un lado, se siente orgulloso de su religiosidad —y en cierta medida superior al resto de los colonizadores ingleses—; y, por otro, le cuesta aceptar sus dificultades para alimentar con la cosecha a su familia. Sin embargo, destaca del resto de estos sentimientos, el desprecio que muestra Katherine en contra de su hija Thomasin. No sólo es su culpa haber extraviado a su hijo Samuel, sino que la considera una rival frente al amor de su esposo y padre de Thomasin.

 

Otro aspecto destacable —y que probablemente esté relacionada con la experiencia teatral de Eggers— es la austeridad de la cinta tanto en recursos como en lenguaje visual, pero sin menospreciar el resultado final. Esta decisión fue acertada por dos motivos: primero, permitió reflejar la sencillez del estilo de vida puritano; y, segundo, contribuyó a encontrar financiamiento para la producción de La Bruja —un bajo presupuesto que no deterioró su calidad. En este sentido, para generar la percepción de inseguridad de los integrantes de la familia fueron suficientes (e indispensables) una atmosfera de bosque y una fotografía memorable. En el contexto actual de grandes producciones fílmicas de cine de terror, en las que se privilegia el uso de efectos especiales, La Bruja confirma que el guión (una buena historia) aún es central para lograr los objetivo narrativos y artísticos.

 

El segundo acto comienza con la decisión de buscar un hogar alternativo para Thomasin —consecuencia de la presión que ejerce su madre Katherine en William. Caleb y Thomasin, tratan de evitar ese destino y deciden ir en búsqueda de alimento. Esta breve aventura concluye anticipadamente con el extravío de Caleb, la desaparición de su caballo y la muerte violenta de su perro. Estos últimos, aunque personajes secundarios en la narrativa, son importantes para la subsistencia de la familia. Si bien Thomasin regresa a casa a salvo, su hermano Caleb halla, perdido en el bosque, a una bruja con la que tiene aparentemente un encuentro sexual que lo hechiza. Este suceso sobrenatural coincide con el extraño apego de los gemelos Mercy y Jonas (Ellie Grainger y Lucas Dawson) por una cabra negra: “Black Phillip”.

 

El temor reverencial hacia el dios cristiano desempeña un papel central en La Bruja, por lo que es necesario entenderlo para apreciar de mejor manera esta cinta. La religión que profesa esta familia es el puritanismo (una facción radical de protestantismo), cuya creencia destaca la autoridad suprema de Dios como responsable del destino de las personas y la existencia activa de fuerzas demoniacas, es decir: presencia de demonios en el mundo terrenal, posesión de personas y, desde luego, la existencia de brujas. Así, esta familia, lejos de sentir alivio por la presencia divina, se siente oprimida por Dios; por ejemplo: el desasosiego constante que muestran Caleb y Katherine no sólo por la muerte de Samuel, sino también por el hecho de no haber sido bautizados; o las constantes referencia de William sobre el destino de su familia y la voluntad del creador. Estas creencias y temores de los personajes, también se transmite al espectador; por ejemplo: un conejo y “Black Phillip” parecen actuar por posesión demoniaca, o la renuncia de las virtudes divinas por el placer terrenal brindado por el diablo —uno de los temas centrales de la película.

 

Sin divulgar detalles sobre el desenlace de La Bruja, como en cualquier otra cinta de suspenso y terror, la conclusión nos muestra un destino trágico para los protagonistas. Rogert Eggers reúne todos los elementos necesarios, y los presentan a lo largo de la cinta, para lograr un final memorable y a la vez imprevisible. Por este y otros motivos planteados anteriormente, La Bruja es una magnífica opera prima, apreciable no sólo como un filme de suspenso o terror, sino como un documento histórico sobre los temores e histerias de ese siglo.

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