Into the wild representó el quinto esfuerzo como realizador del actor estadounidense Sean Penn allá por el año 2007. Hoy, a diez años de su estreno, la película parece consolidarse en la memoria colectiva de los cinéfilos como el largometraje más sólido en la carrera de Penn  como director y, al mismo tiempo, como un pequeño clásico moderno.

 

La cinta nos cuenta la historia real de Christopher McCandless, un joven que abandona su promisoria vida de graduado universitario para adentrarse en los caminos salvajes de Alaska y vivir libre de las ataduras de la sociedad contemporánea.

 

Desde el principio, nos percatamos que estamos ante una película que nos cuenta una historia arquetípica: la de la travesía exterior como una metáfora del viaje de autodescubrimiento del héroe.

 

Así, la historia que se desarrolla en el filme, es la de un hombre que renuncia a su circunstancia habitual para iniciar un trayecto hacia lo desconocido, que lo lleve a encontrarse con su nuevo yo; con ese que él reconoce como la etapa última de un proceso de cambio, con ese que sueña ser, con ese que él cree debería ser.

 

Es precisamente este anhelo de autodescubrimiento del protagonista, interpretado magistralmente por Emile Hirsch, el rasgo más entrañable de una cinta que ha sabido llegar con elegancia a su primera década de vida.

 

Por supuesto que la película no sería tan memorable si no fuera por la más que correcta dirección de Sean Penn, quién aportó temple, ritmo y sutiliza a un guión que él mismo firmó.

 

Mención honorífica merecen la fotografía de Eric Gautier, quién ya había fotografiado otra película de viajes iniciáticos en Diarios de motocicleta (Walter Salles, 2004) y las espectaculares canciones de Eddie Vedder, que supieron captar la esencia del viaje interior de McCandless.

 

En conclusión, Into the wild es una cinta de aventuras más que recomendable cuya revelación final conmoverá especialmente a aquellos que experimentan sus vidas como un viaje de autodescubrimiento. 

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