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Reseña
TELEVISIÓN

En un operativo en la casa de un mafioso, la policía italiana descubre una escultura de medio metro que representa a la virgen María y que llora sangre. Un grupo de científicos del ejército le hace todas las pruebas necesarias: rayos X, resonancias, radiocarbono y hasta ADN. La conclusión es clara: la sangre es real. Está "viva". Brota de los ojos de la Madonna. No es un truco. No es una mala broma. No es un experimento social. Cosa curiosa: la ciencia no deja lugar a dudas, el milagro es puro. Y todo se complica cuando el primer ministro es informado del suceso, ocho días antes de celebrarse el plebiscito sobre la permanencia de Italia en la Unión Europea.

Es la premisa de los primeros minutos de Il Miracolo (2018), serie de ocho episodios surgida de la mente de Niccolò Ammaniti, acaso el escritor más popular de Italia en los últimos tres lustros. La adaptación de las novelas de Ammaniti al cine ya es cosa común: Gabriele Salvatores filmó Io non ho paura (2003) con buena crítica, aunque quedó a deber en Come Dio comanda (2008). La última película de Bernardo Bertolucci fue también la adaptación de una novela de Ammaniti: Io e te (2012). Contrario a estos largometrajes, Il Miracolo aventaja en no ser la interpretación de un tercero, sino un guion original de Ammaniti. El escritor también dirige la serie junto con Francesco Munzi y Lucio Pellegrini. El resultado es sobresaliente. 

Una vez que la ciencia ha dado su veredicto, toca el turno al jefe de gobierno, informado con una secrecía casi de Guerra Fría. El Presidente del Consiglio dei Ministri (primer ministro), Fabrizio Pietromarchi (Guido Caprino), figura ecuánime y elegante, ateo confeso, no da crédito cuando el general Votta (el genial Sergio Albelli) le muestra la estatua. La reacción inmediata, "llévesela al Vaticano", evidencia la debilidad de su carácter, imperdonable en cualquier estadista. Pietromarchi considera que el milagro pertenece al poder religioso, no al político. Es la misma debilidad que no le augura un buen resultado a una semana del plebiscito (él a favor de Bruselas, una ligera mayoría en contra) y que tiene a algunos miembros del gabinete en franca rebeldía. El general Votta, hombre de Estado, le advierte: "usted va a tener un problema de orden público si esto se sabe". Finalmente, la estatua permanece en una alberca abandonada, custodiada por el ejército, que cada hora le cambia los contenedores donde se vierten litros y litros de sangre humana.

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Il Miracolo

Año: 2018

Creador: Niccolò Ammaniti

Dirección: Niccolò Ammaniti, Francesco Munzi y Lucio Pellegrini

Elenco: Guido Caprino, Elena Lietti, Lorenza Indovina, Sergio Albelli, Pia Lanciotti, Tommaso Ragno, Alba Rohrwacher y Alessio Praticò.

Fotografía: Daria D'Antonio

Transmisión inicial: Sky Italia

16 de mayo de 2019

por Rainer Matos Franco

Comienza el desfile de personajes. El antagonista de Pietromarchi es un sacerdote misionero, el padre Marcello, viejo amigo suyo, interpretado pulcramente por Tommaso Ragno. Marcello se ha alejado de Dios: bebe a todas horas, ve pornografía, eructa en misa y debe dinero a los malosos que nutren su ludopatía. El primer ministro, que ignora la vida airada del cura, se apoya en él para explicarse el misterio de la plañidera. En cuanto la tiene enfrente, Marcello entra en trance y decidirá cambiar su vida de golpe: sin duda el primer milagro de la santa. Sin embargo, Marcello se irá obsesionando con mostrar el milagro al mundo en vez de guardarlo en una alberca.

 

Si Marcello pasa de dudar de su fe a fortalecerla tras atestiguar el milagro, Sandra Roversi (Alba Rohrwacher), la joven bióloga que hace pruebas a la Madonna, transitará del fundamento apodíctico de la ciencia hacia la duda incontenible de la identidad detrás del hemograma. La impresión del milagro ayer imposible, hoy científicamente irrefutable, llevará la rutinaria vida de Sandra (que consiste en mantener a su madre catatónica y desquitar en el alcohol la ruptura con su ex novia Asia) hacia una obsesión particular: descubrir la identidad detrás del ADN, bajo la lente de ver milagros donde quizás no los hay. Por ejemplo, en programas de computadora que recrean rostros a partir de muestras sanguíneas —no sin la morbosa aprobación del general Votta.

El carácter enclenque de Fabrizio lo compensa su esposa, Sole (Elena Lietti, magistral también). Concentrada más en la moda y las comodidades de su casa que en su marido o los dos hijos de ambos, Sole aparenta discreción en público, pero a la primera oportunidad busca aventuras con otros hombres, con una predilección por los perfectos desconocidos. De los niños se encarga Olga (Irena Goloubeva), una joven polaca, profundamente católica, que funge como madre día y noche. En sus ratos libres, Olga acude a "La Esfera", una especie de secta que busca la paz interna por medio de vibraciones guturales. La rivalidad entre Sole y Olga, el negro y el blanco, la impudicia y la inocencia, es una historia paralela que escapa a los encantos de la Madonna llorosa, pero que terminará de coagular con ella hacia el final.

Otra historia equidistante, anterior al resto, es la de Salvo (Alessio Praticò), padre de un muchacho culpado por la muerte de la hija del mafioso Molocco (en cuya casa se encontró la estatua). Salvo, hermano de sangre de Molocco, tendrá que ceder a la costumbre local y reparar el crimen de su hijo: matarlo. La historia de Salvo y los intentos por deshacerse de su hijo abren cada capítulo. Al final darán coherencia a la historia, cerrando el círculo argumentativo.

Más allá de las actuaciones y la trama, hay que destacar el extraordinario trabajo fotográfico de Daria D’Antonio, cuya excelencia no sorprende viniendo de una camarógrafa de La Grande Bellezza (Paolo Sorrentino, 2013). El realismo producido por tomas fijas, la captación incesante pero prudente de la santa hemorragia y el contraste de colores es sumamente conmovedor a ojos del espectador. Y aunque la selección musical es un adorno más que una insinuación, el uso del Cum dederit dilectis suis somnium ("pues [Dios] concede el sueño a sus amados") del Nisi Dominus, RV 608 de Antonio Vivaldi al inicio del sexto episodio, en una escena memorable —que, como a la Madonna, trae lágrimas a los ojos—, compensa toda ausencia auditiva. El tema de los créditos, en un contraste bienvenido, es esa tonada tan italiana con la que las abuelas menean su cabecita: Il mondo, de Jimmy Fontana. Y advierte precisamente que no somos nada frente a las fuerzas superiores:

No, stanotte amore non ho più pensato a te

Ho aperto gli occhi per guardare intorno a me

E intorno a me girava il mondo come sempre…

Oh, mondo!

Soltanto adesso io ti guardo

Nel tuo silenzio io mi perdo

E sono niente accanto a te [1]

En suma, el valor de Il Miracolo radica en que cada personaje absorbe las lágrimas de sangre y las traduce bajo su propia experiencia. El suceso significa algo distinto para cada quien. De allí se desprende una pluralidad de historias donde, si bien La Dolorosa pasa a segundo término conforme avanza la trama, se erige en todo momento como la partitura de la polifonía abigarrada de Ammaniti. Al final ocurre lo que en cualquier milagro: cuando alguien lo ha definido en su mente como un hecho real, también es real en sus consecuencias.

El autor es internacionalista por El Colegio de México y maestro en Estudios de Rusia y Eurasia por la Universidad Europea de San Petersburgo. Colaborador y amigo de CINEMATÓGRAFO. Ha escrito en diversas revistas académicas y de divulgación como Nexos Este País. En 2018 El Colegio de México publicó su segundo libro: Limbos rojizos: la nostalgia por el socialismo en Rusia y el mundo poscomunista.

NOTAS 

 

[1] Traducción propia de fragmentos de "Il mondo" de Jimmy Fontana:

No esta noche amor no he pensado más en ti

He abierto los ojos para mirar en torno a mí

Y en torno a mí giraba el mundo como siempre...

¡Oh, mundo!

Solamente ahora yo te miro

En tu silencio yo me pierdo

Y no soy nada junto a ti...

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