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Reseña
Hereditary
por Jaime Vigna

18 de julio de 2018

La reseña contiene spoilers

 

En los últimos años el terror hollywoodense se ha visto obligado a reinventarse para alcanzar a nuevos públicos y recuperar no solo su rentabilidad, sino su reputación como semillero de realizadores primerizos ávidos de explorar su talento y creatividad. Este proceso de reinvención ha sido gradual y de larga duración. A la abundante proliferación de proyectos extraordinariamente creativos durante los años sesenta y setenta, siguieron un par de décadas de notable disminución en la calidad de las cintas del género, obligando a su fiel legión de seguidores al tortuoso proceso de acudir a las salas de cine a presenciar las innumerables (y en muchos casos insufribles) secuelas, plagadas de fórmulas y tramas repetidas hasta el cansancio.

 

El cambio de siglo traería nuevos aires al género. Hollywood descubrió la calidad de las cintas que se estaban produciendo en otras partes del mundo (especialmente en Asia) y decidió apostar por los remakeslos cuales, aunque no lograron alcanzar la calidad de sus predecesoras, sí sirvieron para despertar el interés de un público ávido de propuestas e ideas innovadoras. De esas latitudes (específicamente de Malasia) llegaría también James Wan, el gran director de cine de terror hollywoodense de este siglo, quien con películas como Saw (Juego macabro, 2004), Insidous (2010) y The Conjuring (El Conjuro, 2013) encontraría la fórmula perfecta para compaginar el cine de terror de calidad con la rentabilidad comercial.

 

El éxito comercial de las cintas de Wan y sus respectivas secuelas abrió la puerta para que las casas productoras redescubrieran el negocio de invertir en jóvenes talentos para el desarrollo de nuevos proyectos vinculados a este género. A consecuencia de ello, en los últimos años hemos visto cintas que buscan alejarse del "gore" característico del cine de terror del nuevo milenio y centrarse más en una especie de terror psicológico que, aunque no genera tantos gritos y brincos de asiento, resulta más efectivo y permanece con el espectador mucho después de que termina la experiencia cinematográfica. Entre estas cintas podemos destacar las excelentes Lights out (Cuando las luces se apagan, David F. Sandberg, 2016), Get Out (¡Huye!, Jordan Peele, 2016) y A quiet place (Un lugar en silencio, John Krasinski, 2018), tres óperas primas de talentosos directores que fueron aclamadas por la crítica y muy bien recibidas por las audiencias. 

 

A24 es una de las productoras de cintas independientes que recientemente ha estado desarrollando y distribuyendo propuestas muy interesantes en el género. Entre éstas, podemos destacar The Witch (La Bruja, Robert Eggers), una extraordinaria película estrenada en 2015, mezcla de suspenso/horror/coming-of-age con tintes feministas y esotéricos, plagada de simbolismos y mitología, en donde se entremezcla la realidad, la fantasía, la opresión patriarcal, el temor que nos inspira la naturaleza y el fanatismo religioso. El éxito comercial de La Bruja abrió la puerta para que A24 se interesara por la distribución de otros proyectos de este tipo. De entre estas nuevas propuestas destaca Hereditary (El Legado del diablo, 2018), escrita y dirigida por el neoyorkino Ari Aster, y protagonizada por Toni Collette, Gabriel Byrne, Alex Wolff, Milly Shapiro y Ann Down. Además de ser una cinta de horror, Hereditary es un drama familiar que permite a su elenco demostrar un rango actoral mucho más amplio que en las tradicionales películas del género y reflexionar en temas como la depresión y el duelo.

 

Hereditary es la historia de una familia compuesta por cuatro integrantes (padre, madre, hijo e hija) que acaban de sufrir la pérdida de uno de sus miembros (la abuela materna).  Conforme avanza la cinta, el guion nos va arrojando ciertas pistas sobre la abuela difunta y su compleja relación con la familia: la señora era una persona muy reservada y misteriosa, permaneció mucho tiempo alejada de su entorno familiar hasta el nacimiento de su nieta (con quien estableció un vínculo muy profundo), tenía una relación complicada y explosiva con su hija y al final de sus días sufría de demencia y alucinaciones. La muerte de la abuela va detonando una serie de eventos desafortunados que finalmente van a desembocar en una catástrofe de proporciones bíblicas.

 

La primera parte de la cinta gira en torno a la muerte de la abuela y los efectos que tiene en cada uno de los miembros de la familia. Desde la evidente apatía del hijo adolescente hasta la sensación de abandono de la hija menor, pasando por la notable confusión de la madre, que no sabe si sentir tristeza, enojo o alivio ante lo que está experimentando. En medio de este proceso de duelo, comienzan a aparecer una serie de perturbadoras señales que, en un inicio, parecen no tener conexión en sí, pero que comienza a desestabilizar el frágil equilibrio familiar. 

 

Hasta este momento, la trama parece ser una cinta de fantasmas, una especie de híbrido entre Poltergeist (Juegos diabólicos, Tobe Hooper, 1982) y El exorcista (William Friedkin, 1973) en donde madre e hija comienzan a tener acercamientos con lo que, parece ser, es el espíritu de su abuela. Sin embargo, justo a la mitad de la cinta, la trama toma un giro de 180 grados. La niña muere de una forma espantosa en un accidente de carro mientras su hermano adolescente va manejando. El joven, completamente petrificado ante lo que acaba de suceder, es incapaz de siquiera voltear a ver lo sucedido. La escena es espeluznante y rompe  de la forma más salvaje y violenta posible con uno de los históricos tabúes hollywoodenses: la muerte de niños en pantalla.

 

Este terrible incidente va a romper por completo la frágil estabilidad emocional familiar. La madre comienza un espiral descendiente de autodestrucción, culpa directa e indirectamente al hijo del accidente y es incapaz de controlar la rabia ante lo ocurrido; el adolescente deambula entre una tristeza permanente y un profundo sentimiento de culpa por la muerte de su hermana; y el padre se siente completamente aislado de ambos e incapaz de apoyarlos en sus respectivos duelos. La desesperación de la madre la lleva a acudir a un grupo de apoyo para pérdidas (al que había acudido en una ocasión tras la muerte de la abuela) y, aunque finalmente no ingresa a la sesión, se encuentra con una misteriosa mujer que le ofrece apoyo y consuelo en esos terribles momentos.

 

Mientras la trama avanza, la carga de los símbolos comienza a ser cada vez más fuerte. A la aparición de inscripciones en las paredes e imágenes vinculadas al satanismo en diferentes escenarios (dentro y fuera de la casa) se viene a sumar la presencia cada vez más tangible de espíritus, los cuales van a afectar cada vez más la, ya de por sí, frágil estabilidad mental de la madre y el adolescente. En medio de esta coyuntura, la misteriosa mujer que la madre conoció afuera del grupo de apoyo le ofrece la posibilidad de contactar a su hija a través de una sesión espiritista. Esta decisión va a abrir la puerta a un poderoso ente demoniaco que terminará siendo quien finalmente desentrañe el misterio de la abuela, hilando todos los elementos y símbolos que el escritor/director arroja a lo largo de la cinta, para concluir con un final tremendo, en donde el mal termina triunfando por todo y sobre todos.

 

El gran acierto de Hereditary es su extraordinario elenco, encabezado por una soberbia actuación por parte de Toni Collette como la madre. Collete ya ha demostrado tanto en el cine —especialmente en El sexto sentido (M. Night Shyamalan, 1999), Un gran chico (Chris y Paul Weitz, 2002) y Little Miss Sunshine (Jonathan Dayton y Valerie Faris, 2006) como en la televisión —si no han visto United States of Tara (Diablo Cody, 2009-2011), por favor háganlo— su enorme rango actoral, pero Hereditary es el papel de su vida. El meticuloso trabajo de la actriz se refleja en sus expresiones faciales, en su expresión corporal, en la forma en que se relaciona con el resto de los actores. Es una interpretación que va desde una marcada contención al principio hasta un colapso emocional a la mitad de la película, para culminar con una fascinante explosión demencial en los últimos diez minutos de la cinta. 

 

El contrapeso de Collete es una actuación mucho más contenida y sutil, pero igualmente efectiva, por parte del veterano Gabriel Byrne. Alex Wolff interpreta al hijo adolescente, otro de los grandes ejes cinta, quien logra estar a la altura de Collette y reflejar el horrible proceso de la pérdida de un hermano y la desesperación, la culpa y el desamparo que siente ante el accidente que le quitó la vida a su hermana menor. Milly Shapiro como la hermana menor se incorpora a la lista de niños terroríficos del cine —junto con Linda Blair en El exorcista, las gemelas de El Resplandor (Stanley Kubrick, 1980), el niño de Los niños del maíz (Fritz Kiersch, 1984) y Heather O’Rourke de Poltergeist; además, Ann Dowd está excelsa como siempre en su papel de la misteriosa mujer que servirá de Virgilio para llevar a la familia a las puertas del infierno.

 

Para los amantes del género del terror, Hereditary es una experiencia imprescindible Aunado a la calidad de la dirección y las actuaciones, la ambientación y la música son de primer nivel y reflejan la calidad del cine de terror que se está realizando en la actualidad. Mucha atención a los símbolos que va a arrojando la película desde las primeras escenas, no son gratuitos y van hilando la historia y dando sentido a los acontecimiento que están ocurriéndole a la desdichada familia. La cinta de Aster explora también el tema de la pérdida y el duelo; en esta ocasión el mal utiliza precisamente el dolor y la pena que embarga a la familia para controlarlos por completo y cumplir sus objetivos. Es una alegoría particularmente espeluznante ya que, al final del día, todos estaremos en algún momento de nuestras vidas un escenario de pérdida y dolor, a merced del mal, ya sea en el plano espiritual o terrenal. 

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