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Reseñas
First Man
por Pablo Andrade

18 de octubre de 2018

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First man es la nueva película del joven realizador ganador del Oscar Damien Chazalle (1985), después de Whiplash (2014) y la película que lo llevó a la consagración hollywoodense: La la land (2016). En esta nueva producción el director franco estadounidense nos cuenta la historia del famoso astronauta Neil Armstrong conocido por el ser el primer hombre que pisó la luna en el verano de 1969 en la misión Apollo 11. 

La película de Chazalle destaca por su apartado técnico; sin duda, es un director con muchas cualidades narrativas, con un sentido del ritmo bastante sofisticado y que sabe usar muy bien la fotografía, la edición y la música como elementos para hacer avanzar las historias de sus películas. Suele desplegar la totalidad de sus capacidades en los finales. Lo pudimos ver en la frenética secuencia que cierra Whiplash, en la ensoñación que culmina La la land y ahora, en First Man, el aterrizaje del módulo lunar —no estoy revelando ningún spoiler— es probablemente uno de los finales más emocionantes que veremos en pantalla este año. 

Sin embargo, hay algo en First Man que hace que se sienta como el esfuerzo más impersonal de Chazalle, cosa que sin duda tiene que ver con el hecho de que él no se hecho cargo en esta ocasión del guion. La historia de la película tiene un regusto patriotero, casi anacrónico, parece que es un guion hecho para resaltar los valores estadunidenses y el orgullo gringo, que en manos de otro director más de “encargo” hubiera devenido en un espectáculo pro yanqui; por ejemplo, con la escena de la instalación de la bandera estadunidense en la superficie lunar como cumbre de la narrativa. Pero Chazalle intenta alejarse de esas imágenes en su cinta —cosa que no consigue del todo— y para intentar hacer la historia más universal, más humana y menos nacionalista, decide darle un peso considerable a la historia familiar del protagonista. 

 

Los Armstrong (Neil, interpretado por Ryan Gosling y Jan, interpretada por Claire Foy) son una buena pareja norteamericana: creen en dios, tienen varios hijos, él es un dedicado ingeniero y piloto de aeronaves, y ella es una buena ama de casa. Sobre todo, están convencidos de que la carrera espacial debe ser conquistada por los “americanos” antes que los rusos y Neil está decidido a convertirse en el primer hombre en pisar la luna. Sin embargo, han perdido a una hija tras una dolorosa enfermedad y esa herida los va escindiendo cada vez más como pareja.

Neil, se convierte en un hombre hermético, aislado, desconectado emotivamente de su esposa y sus hijos, cuyo único objetivo es llegar a la luna. Este me parece uno de los elementos más poéticos de la cinta: el personaje de Ryan Gosling, deambula por el mundo como un animal herido, cuyas pérdidas le duelen demasiado como para continuar caminando sobre esta tierra. Su anhelo de llegar a la luna, al menos en esta película, no tiene tanto que ver con el progreso científico o con ganar la carrera espacial, sino con la necesidad de dejar de estar aquí, de dejar de estar presente en un lugar que le ha prodigado un dolor insuperable, aunque sea por un instante. 

Como siempre, Gosling nos entrega una gran actuación que se basa en la contención y en la sutileza del lenguaje corporal para transmitir emociones. Su personaje se va sumiendo cada vez más en una dinámica obsesiva y en un ensimismamiento que lo transforma en un hombre incapaz siquiera de hablar con sus propios hijos. En ese sentido, la película se transforma en una suerte de fábula sobre una persona que ya no habita más en el mismo mundo que los demás; no puede hablar, no puede decir lo que siente o piensa: su hermetismo y aislamiento lo han transformado en el ser humano más solitario del planeta. Para recuperar su humanidad, este hombre tiene que emprender un viaje que implique dejar este mundo atrás, cerrar un ciclo de dolor, y, literalmente, volver a la tierra renovado, libre al fin de las ataduras que lo separaron del resto de los humanos y, sobre todo, de los suyos.

Esta historia, muy bien llevada por Gosling y Foy, se sobrepone a una narrativa del contexto social de la década de los sesenta y de la carrera espacial. Vemos los distintos ensayos y pruebas que a lo largo de los años la NASA impulsa para ganarle la partida a los soviéticos, vemos el descontento de la sociedad civil que no ven con buenos ojos que sus impuestos se estén invirtiendo en la conquista de lugares inhabitables como la luna mientras las ciudades estadounidenses se llenan de problemas sociales de todo tipo. Esta parte de la cinta es interesante, pero lamentablemente no logra un balance satisfactorio con la narrativa íntima de la familia Armstrong y ahí radica el principal problema de First Man: la falta de equilibrio entre los diferentes elementos de la historia.

A pesar de ello, la imagen del hombre taciturno, lacónico, que sobrelleva Gosling y la metáfora del hombre que tiene que salir y regresar al mundo para recuperar su humanidad me parecen elementos suficientes para hacer de First Man una película disfrutable y que debe verse en pantalla grande. El final de la cinta, como dije, es la parte más emocionante. Está narrada con un tesón envidiable y confirma a Chazalle como uno de los talentos jóvenes más importantes del Hollywood contemporáneo. En este tramo de la cinta, en el alunizaje, se encuentra la escena más impactante y conmovedora del filme y no, no tiene que ver con la famosa frase de Armstrong y mucho menos con la imagen de una bandera estadunidense ondeando en la inmensidad de la atmósfera lunar.

First Man se estrenará en salas mexicanas el 9 de noviembre de 2018.

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