top of page
Reseña
Elvis
por Ulises García

9 de marzo de 2023

E1.jpeg

A mí papá, Salomon García Pichardo. Gracias por tantas películas juntos. 

 

Según el diccionario algunos de los significados de la palabra “trascender” son ir más allá, extenderse, hacer conocido algo que estaba oculto, comunicar produciendo consecuencias, entre otros. Creo que la naturaleza humana conlleva intrínsecamente el deseo de trascender en el sentido de traspasar los límites de la experiencia posible; en cierto sentido los humanos buscamos vivir por siempre, y no me refiero a un acto de magia o a la inmortalidad a secas, sino al hecho de ir más allá de la muerte dejando un legado: construir algo para los demás, algo que perdure. Esta es la idea central de la película Elvis de Baz Luhrmann (Moulin Rouge!, 2001).

 

Cuando era niño mi papá me decía cariñosamente que era “el león de dos mundos”, porque pasaba una parte de mi tiempo en la ciudad, con el ajetreo diario y todo lo que conlleva, y otra en lo que podríamos llamar “el campo”, que si bien es cierto no se trataba de un paisaje rural como tal, sí era muy distinto a mi día a día, especialmente de la vida cotidiana en la selva de asfalto. Menciono esto porque los dos entornos en los que me desarrollé, el campo y la ciudad, crearon en mi una dualidad que me permitió ver la película desde un punto de vista que me hizo conectar con la nueva biografía fílmica del prodigioso cantante Elvis Presley —en esta ocasión interpretando por Austin Butler— la cual, a diferencia de otras versiones, se centra mucho más en la influencia que un entorno diferente a la ciudad puede tener en el ascenso de un ídolo musical.

El filme nos cuenta cómo la leyenda del rock —nacido en Misisipi, el corazón de una región conmocionada y llena de dolor en el sur Estados Unidos— fue influenciado por artistas en su mayoría afroamericanos. En la cinta se pueden apreciar varias escenas de Elvis disfrutando del ambiente de los mejores bares de blues en Beale Street en Memphis con gente como BB King (Kelvin Harrison Jr.), Little Richard (Alton Mason) y Sister Rosetta Tharpe (Yola). Elvis creció en un crisol de culturas, con esta música a su alrededor y está claro que ser parte de una familia blanca, pero pobre, que vive en el sur segregado, es parte de lo que lo llevó a convertirse en lo que todos conocemos: una verdadera leyenda musical. A diferencia de los otros chicos blancos apuestos con voces angelicales de su época, él se destacó por actuar y sonar como los intérpretes afroamericanos que eran sus ídolos, lo que inevitablemente generó controversia en esa sociedad estadunidense que siempre está envuelta en la bruma del racismo.

 

Muchos sex symbols habían existido hasta ese momento, reflejados en las películas de Hollywood incluso como cantantes; sin embargo, como podemos ver en la película, fue el carisma hipnótico de un chico que hasta podríamos describir como tímido, pero que cuando cantaba se transformaba en un interprete con movimientos sexys y salvajes, además de la vocalización perfecta que completaba un hechizo poderoso, lo que lo hizo tan atractivo para el público. La película es especialmente buena a la hora de representar este embrujo: el cautivador espectáculo de Elvis y las reacciones de sus fanáticos histéricos. Te transporta a una época de la que ya han pasado varias décadas, y aún así puedes sentir que estás ahí disfrutando de ese chico pálido con flequillo completamente poseído por la música, el cual llenaba a la audiencia femenina de sentimientos de los cuales no estaban seguras si tenían permitido sentir —hay que recordar el conservadurismo de algunas regiones de Estados Unidos de la época—, lo que convirtió a Elvis en uno de los más grandes símbolos sexuales de todos los tiempos.

La cinta refleja, como pocas en las que se ha retratado a Elvis, muchas de las características, buenas y no tan buenas, del ser humano detrás de la estrella. Se perciben las ganas de salir adelante, de trascender, el amor a la familia, el deseo sexual en su más grande esplendor, la majestuosidad de cuando alguien explota sus aptitudes de la mejor manera. Sin embargo, también podemos ver los aspectos negativos de Elvis y, particularmente, el camino a su decadencia física en la que tiene mucho que ver el personaje de su representante y descubridor, un hombre conocido como el “Coronel” (Tom Hanks) y que tiene un papel totalmente antagonista. Muchas veces en la película podemos ver claros contrastes representados por la actitud de ambos personajes: por un lado, el espectáculo que en sí mismo era Elvis, con todas y cada una de sus características intrínsecas que lo llevaron a lo más alto del arte y el espectáculo; y, por otro, al “Coronel”, quien lo lleva a los grandes escenarios para volverlo un fenómeno de masas y un producto de entretenimiento más que rentable. No obstante, también muestra su lado turbio al impedir que Elvis se desarrollara artísticamente, experimentando musicalmente.

En algún momento nos deja ver cómo el pico más alto de la carrera artística de Elvis —representado en la película con una secuencia increíble en la que interpreta su gran éxito “Suspicious Minds”— contrasta con la del “Coronel” en su punto más bajo y engañoso, cuando hace un trato turbio, firmado en una servilleta, con los magnates del hotel Intercontinental para que Elvis quedara esclavizado en ese lugar —cosa que no era lo que él deseaba y que incluso frenaba sus verdaderos intereses como artista, llevándolo a grandes picos de agotamiento y estrés. Para Elvis lo importante era el arte, para el “Coronel” el dinero y el negocio.

 

Finalmente, hay que decir que toda la película te mantiene inmerso en sensaciones y sentimientos: te lleva del amor al odio, de la euforia a la desesperación. Visualmente es muy atractiva y logra transmitir grandes emociones, como cuando apreciamos la susodicha ascensión a la divinidad de Elvis al interpretar a todo pulmón “Suspicious Minds” con respaldo orquestal completo en Las Vegas. Sin duda, la película en sí misma es como un concierto del rey del rock & roll: te lleva con pasión de las lagrimas a las carcajadas, y de ahí a gritos eufóricos.

El autor es aficionado a todo tipo de cine: desde acción hasta documental. Le encantaba ir al cine con su padre.

bottom of page