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Ensayo
El nacimiento de una nación: david W. griffith y los albores de un lenguaje revolucionario  
por Pablo Andrade

4 de abril de 2017

Pocas revoluciones han habido tan fuertes en la historia de la imagen narrativa como la que supuso el cine. Desde sus orígenes, en los albores del siglo XX, cambió la percepción del arte al ampliar las posibilidades de la imagen y en poco más de cien años llegó a ser la técnica narrativa más compleja que ha existido. Cuando pensamos en los orígenes del séptimo arte solemos remontarnos al momento cuando los hermanos Lumière presentaron al público el cinematógrafo. Un novedoso artefacto que captaba y reproducía imágenes en movimiento.

Aunque es cierto que en el cinematógrafo podemos encontrar el origen técnico del cine; en realidad, debemos rastrear en el trabajo de los directores pioneros los verdaderos inicios del cine como arte y, sobre todo, como lenguaje. Existe cierta discusión sobre la aportación de los principales pioneros a la creación de un lenguaje cinematográfico. Por ejemplo, hay voces que consideran injusto catalogar a los Lumière como meros padres técnicos del cine y arguyen que sus grabaciones ya encarnan su carácter narrativo.

Otros, como Edgar Morin, autor del libro El cine o el hombre imaginario señalan al mítico Georges Meliés como el verdadero creador del cine gracias a los recursos que utilizó en sus cintas siendo la más emblemática Viaje a la luna de 1902. A pesar del lugar privilegiado que ocupa en dicha película en la historia del cine, hay que decir que en ella no existen mayores aportaciones al lenguaje cinematográfico moderno más allá del plano general y el uso de una edición rudimentaria. Con todo, el trabajo de Meliés es uno de los más emblemáticos de época de los pioneros, pues todas sus cintas se esfuerzan por contar con un hilo argumental y poseen una serie de recursos visuales que están al servicio de la narración.

 

Asimismo, es importante mencionar las aportaciones de Edwin S. Porter, quién en 1903 realizó la película El gran asalto al tren, que echa mano de una edición más artificiosa que la de Meliés, para dotar al relato de una tensión narrativa que resultó completamente nueva para los espectadores de la época. Sin embargo, es hasta la llegada de la cinta El nacimiento de una nación de David W. Grifftih, en el año de 1915 —cinta que narra las experiencias de dos familias que apoyan a bandos opuestos durante la guerra de secesión estadounidense— cuando el relato cinematográfico alcanza su plenitud narrativa con un código que se mantiene vigente hasta nuestros días y sin muchos cambios sustantivos.

Griffith ostenta para muchos el título de padre del lenguaje cinematográfico, ya que él dotó al cine de un sistema de signos constituido por unidades básicas llamadas planos cinematográficos. De esta manera, lo realmente notable en El nacimiento de una nación es su estructura narrativa basada en los planos cinematográficos para “crear sentido” en la mente de los espectadores a partir de la representación artificial de fenómenos cotidianos como el paso del tiempo, la percepción de los espacios y los mecanismos de la memoria humana. Así pues, las innovaciones de Griffith permitieron que las imágenes cinematográficas tuvieran un sentido lingüístico, ya que todos los planos en la película tienen significado sólo si están en función de un relato más amplio constituido por la totalidad de los planos aglutinados a partir del montaje.

La madurez narrativa que se puede encontrar en El nacimiento de una nación se hace evidente cuando descubrimos que cada elemento que aparece en el encuadre de Griffith tiene un sentido dentro de la narrativa. Esto le dio la oportunidad a Griffith, mediante el uso de un montaje contrastante, de que cada plano —primeros, medios, generales, etc.— tuvieran en sí mismo un significado y que lograran contar una historia con recursos tan novedosos como la profundidad de campo, flashbacks, puntos focales, movimientos de cámara, etc.

Por todo la anterior, El nacimiento de una nación es la película que le dio forma al relato cinematográfico moderno, el cual no se ha modificado sustancialmente hasta nuestros días pues las innovaciones suelen ser técnicas pero no lingüísticas. Por otro lado,  la cinta de Griffith siempre ha sido una obra criticada por su fondo. En ella se encuentra un discurso abiertamente racista que apoya la idea de la supremacía blanca y en el cual los negros son representados como un grupo de gente malvada e ignorante y los integrantes del Ku Klux Klan son retratados con total heroísmo.

Molesto por ser señalado como racista, el cineasta realizó otra producción donde la intolerancia racial fuera rechazada. Así surgió Intolerancia en el año de 1916, una verdadera obra maestra, donde Griffith lleva el lenguaje cinematográfico, que él mismo consolidó, a niveles insospechados. La nueva producción hizo uso del montaje de manera trepidante, con un ritmo increíblemente ágil que resultó demasiado complejo y difícil de entender para los espectadores de la época. De esta manera Intolerancia, pesar de ser un filme magnífico, fue vapuleada por el público quién vio en la película un ofrecimiento de disculpas demasiado obvio y se convirtió en un fracaso económico y personal del que Griffith jamás se repondría.

Finalmente, a manera de conclusión, podemos señalar la ironía que se encuentra detrás del hecho de que El nacimiento de una nación sea la película fundacional del lenguaje cinematográfico. En primer lugar, que la película sea abiertamente racista. Esto, además de ser chocante, supone la aceptación de que el arte es un medio de expresión que no necesariamente enaltece los valores más loables de una sociedad, sino que muchas veces hace exactamente lo opuesto. Hasta el día de hoy nadie puede negar que el filme de Griffith es un hito en la historia del arte, pues llevó al cine su esplendor narrativo y elevó a su creador al olimpo de los artistas que, además de ser revolucionarios técnicamente, ocupan al arte como un medio de expresión libre y sin ataduras de ningún tipo.

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