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Reseña
La daga en 
el corazón
por Marcia Alberto

27 de junio de 2019

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Se trata de la segunda película de Yann Gonzalez, su opera prima fue You and the Night, o Encuentros después de medianoche (2013) como fue titulada en español. Así, regresa este 2019 con La daga en el corazón y nos demuestra que con dos proyectos fílmicos tiene la capacidad de construir un estilo narrativo basado en el culto a lo camp, más consolidado que la reciente y fallida gala del MET de este año. 

 

Pero vayamos por partes, si tuviéramos que elegir aquellos subgéneros que van marcando las producciones cinematográficas del siglo XXI, tendríamos que iniciar reconociendo las voces de aquellos grupos que por mucho tiempo no la tuvieron: las mujeres, por ejemplo, y la comunidad que integra la diversidad sexual, es decir, lesbianas, gays, bisexuales, travestis y transgénero, y lo que se vaya sumando. En ese sentido, es importante aclarar que no soy de las que creen que haya cine de mujeres, o cine de homosexuales, pero si resalto la hechura de éste desde la experiencia de ser mujer o bien, homosexual. 

 

Para hablar de ello sólo hay que mirar las producciones de Pedro Almodóvar, donde siempre tiene lugar la diversidad sexual con una estética muy característica, y que, sin duda, forma parte de los referentes de Yann González. Así, tenemos a Anne (Vanessa Paradis) en un proceso de devastación etílica y pasional rodeada de un ambiente homo erótico que resulta patético, donde lo indignante se vuelve irrisorio. Esa es la esencia de lo camp, en otras palabras, la “divina decadencia”.

La daga en el corazón se convierte en un guiño al pasado, y a lo pasado de moda; además del profundo aire almodovezco, tiene una innegable referencia a las cintas de Darío Argento, a su slasher - glam & gore. Es un disparo de mal gusto, incomodo de mirar y delicioso de percibir. Si aún la alcanza en carteleras, le recomiendo mirar las reacciones de la asistencia. También es parte del espectáculo.

Por si fuera poco, ya sabe que a los mexicanos nos encanta hincharnos el orgullo con el éxito de otros mexicanos, así le cuento que la producción de La daga en el corazón está compuesta por talento nacional, pues Julio Chávez Montes de Piano es responsable de la coproducción y de manera evidente resalta la participación actoral de Noé Hernández.  

 

Pero no le digo más y le invito a tener la última palabra y a mirar La daga en el corazón, y a enamorase de la exquisita decadencia de Vanessa Paradis y el talento narrativo de Yann Gonzalez. Estoy convencida de que el tiempo me dará la razón y sus películas irán marcando un estilo propio, uno nada convencional y cargado de mal gusto. Por fortuna de los dioses nos ofrece un respiro de nuestro contexto actual —uno sanitizado por la dictadura de lo políticamente correcto. Pero, eso sí, le advierto que hay semen, sudor, alcohol y sangre, así que contrólese.

Marcia Alberto estudió en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Se dedica a opinar por vocación y lo hace tratando de tener conocimiento sin causa. Es amante del séptimo arte y de los chismes de famosos ilustres, lucha continuamente por no se considerada “única y diferente”, por lo que huye de los flequillos a media frente. 

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