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Festivales
CINEMA CIUDAD DE MÉXICO
Primer festival de cine Latinoamericano
El automóvil gris
por Pablo Andrade

27 de septiembre de 2019

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Tuve la oportunidad de ver por primera vez en mi vida El automóvil gris —una de las primeras películas del cine nacional dirigida por Enrique Rosas en 1919— en el marco de la inauguración del “Cinema Ciudad de México” Primer Festival de Cine Latinoamericano en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris. 

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El programa decía que se trataría de una reinterpretación del filme original al estilo benshi japonés, que recrea la experiencia que tuvieron los primeros espectadores de cine a inicios del siglo XX en el país del sol naciente. El asunto se trataba de proyectar una película, silente por supuesto, y de incluir a un actor que hacía las voces de los personajes de la película, al tiempo que añadía otros elementos a la interpretación de los actores originales del filme como onomatopeyas o incluso explicando lo que pasaba por su mente. 

 

Claro está que muchas veces, estas explicaciones no estaban en el guion de la película y eran aportaciones del benshi que, en ese sentido, funcionaba como un traductor tanto de los rótulos de filmes extranjeros como de las emociones y estilo de vida occidental para el naciente público cinematográfico japonés. La práctica no era exclusiva de Japón, ya que en muchos países del mundo el cine mudo se acompañaba de otras expresiones artísticas como música en vivo, marionetas, o entreactos con actores en vivo. El cine, como el amable lector recordará, al principio era una atracción de feria y aún cuando llegó a los teatros la interacción de del público con las películas era distinta: había algarabía, fiesta y verbena. La gente arrojaba cosas a la pantalla, gritaban, reaccionaban estruendosamente. Cuando el cine se hizo sonoro, el público enmudeció.

En ese sentido, la inauguración del Festival me pareció no solamente un homenaje por el centenario de la película de Rosas —que trata sobre las fechorías de una banda criminal en la Ciudad de México a principios del siglo XX—, sino también a la manera en la que la gente interactuaba con las películas durante su etapa silente. Una experiencia que ya no puede recuperarse más que a través de representaciones como la que Claudio Valdés Kuri hizo para esta ocasión. 

No sobra decir que es curioso y conmovedor a la vez que en una época donde las cadenas de salas cinematográficas buscan ofrecer experiencias vacías como las llamadas 4DX —o como la experiencia 3D que no ha acabado por otorgar ni una obra maestra, ni una alternativa real a la manera tradicional de ver películas— la que es verdaderamente significativa sea la de buscar recrear aquella ensoñación del cine mudo. La noche del primero de octubre en el Teatro de la ciudad fue como si una memoria colectiva, dormida por más de noventa años, se reactivara: la gente volvió a reír masivamente, aplaudía a la pantalla; prestó atención no solamente a las imágenes de El automóvil gris—que por cierto es una trepidante película policiaca—, sino también a las actrices que ponían voz y alma a los personajes, al pianista que a través de su música acompañaba la narrativa. El cine siempre ha sido, desde el principio, un arte aglutinante de las demás artes, una rareza de feria, un fenómeno de masas. 

 

De la cinta de Enrique Rosas hay mucho que decir y seguramente se necesitaría un espacio mucho más amplio para hablar de ella. Pero podemos apuntar, solo por mencionar algo, que se trata de un filme vertiginoso, divertido y con mucha acción —hay persecuciones, tiros, asaltos y hasta una escena de fusilamiento real. Por otro lado, es una interesante inmersión a una Ciudad de México que atravesaba las truculentas épocas de la Revolución mexicana. Una ciudad que estaba por ver la llegada de tiempos de modernización que vendrían a darle la máscara que aun podemos reconocer entre sus calles —y digo máscara, porque es una ciudad que tal como un actor de teatro, puede cambiar de rostro con rapidez, una ciudad con una máscara nueva cada vez.

Me da mucho gusto que la Ciudad de México, ciudad en la que vivo desde hace casi cinco años, esté celebrando esta primera edición de “Cinema Ciudad de México” Primer Festival de Cine Latinoamericano. Me parece una propuesta interesante, porque recupera muchos teatros y espacios públicos para la proyección de películas como el Teatro del pueblo, la casa de la primera imprenta de América, el cineclub del Templo Mayor, la Casa del Cine y el Centro Cultural Universitario. Además, las proyecciones son gratuitas. Entre las cintas que hay en competencia destacan muchas propuestas de diferentes países latinoamericanos, lo que sin duda hará que se trate de un festival que verdaderamente represente los sentimientos culturales de todo un continente.

Entre las cintas en contienda destaca los documentales Ayotzinapa, el paso de la tortuga (México) de Enrique García Meza; Chao (Brasil) de Camila Freitas; Saakhelu Kiwe Kame (Colombia) de Esteban Mateo Leguizamón; entre otros. En la parte de cintas de ficción a concurso se proyectarán El despertar de las hormigas (Costa Rica) de Antonella Sudasassi; El ombligo de Guie’dani (México) de Xavi Sala; Sangre Blanca (Argentina) de Bárbara Sarasola-Day; El secadero (Cuba) de José Luis Aparicio y muchas más. 

Durante trece días la sociedad capitalina podrá disfrutar de un banquete cinematográfico que celebra lo mejor de una larga tradición americana de hacer películas desde distintas latitudes, distintas realidades, distintos dolores, distintos amores.

Buena suerte y larga vida a “Cinema Ciudad de México” Primer Festival de Cine Latinoamericano. 

 

El autor forma parte del equipo editorial de CINEMATÓGRAFO.

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