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Recomendación
Chinatown

Año: 1974

Dirección: Roman Polanski

Guión: Robert Towne

Fotografía: John A. Alonzo

Elenco: Jack Nicholson, Faye Dunaway, John Huston, Perry Lopez, Russ Yelburton y Darrell Zwerling.

​Música: Jerry Goldsmith 

 23 de agosto de 2017

Corre el año de 1937 en Los Ángeles. La urbe californiana atraviesa por una severa sequía que detona el enfrentamiento entre las autoridades y los campesinos, quienes buscan que el vital líquido sea destinado a los valles adyacentes para el riego de sus huertos de naranjas.  

En ese contexto, Jake Gittes (Jack Nicholson) —un ex policía convertido en detective privado— es contratado por una misteriosa mujer para espiar a Hollis Mulwray (Darrell Zwerling), el director del sistema municipal de aguas sospechoso de ser un marido infiel. Sin embargo, la historia da un giro sorpresivo cuando la atractiva Evelyn (Faye Dunawey) se revela como la verdadera esposa de Mulwray. A partir de ese momento, los hechos empiezan a tomar un cariz cada vez más oscuro, hasta culminar con el asesinato de Hollis.

Gittes poco a poco va descubriendo una profunda red de corrupción y traiciones familiares tejida alrededor de Noah Cross (John Huston), socio de Mulwray en la distribución del agua y en la posterior especulación inmobiliaria que rodea el crecimiento de la ciudad.

Bajo esta premisa se desarrolla Chinatown, una de las mejores cintas filmadas en la década de los setenta y hoy convertida en un clásico del cine moderno que sigue fascinando a los espectadores pues evoca a las grandes obras de la época de oro de Hollywood.

Y es que Chinatown es muchas cosas a la vez, pues plantea interrogantes que van desde aspectos íntimos —la desolación que causa que el destino impida superar un pasado trágico—, hasta el ámbito público —la corrupción que marca el crecimiento de las ciudades y las obras necesarias para llevar los servicios a las nuevas zonas de expansión—, lo cual dota al filme de una temática que siempre podemos sentir muy actual. 

En este sentido, es una película que, usando un lenguaje seco y directo, produce un gran cúmulo de sensaciones dando cuenta de la sofisticación y la talla de director que es Roman Polanski, que con Chinatown se confirmaría como uno de los mejores cineastas de su generación.

Si bien se le considera como una representante del Neo Noir por haberse estrenado en 1974, su trama nos remonta a los grandes clásicos de ese fascinante y sórdido mundo que es el cine negro de los años cuarenta y cincuenta, lo que le ha valido ganarse un lugar, por derecho propio, como uno de sus grandes exponentes.

 

Por supuesto, al ver la película de Polanski —la primera que realizó a partir de un guion que no era suyo— uno recuerda a los clásicos detectives Marlowe y Spade. El propio director aseguró que su idea al filmar Chinatown consistía en tratar de crear esa atmósfera al estilo de las novelas de Raymond Chandler. En este sentido, Polanski no decepciona ni un ápice, pues al ser un gran creador de atmósferas, utiliza una impecable fotografía que nos logra transportar de un universo tradicionalmente a blanco y negro a uno a color, sin perder la esencia propia del film noir.

 

Las excelentes actuaciones que vemos en la cinta hablan por sí mismas. Aparece un joven Jack Nicholson encarnando a un detective apasionado y envalentonado, pero a la vez atormentado por un pasado que no puede superar. Es el antihéroe por antonomasia, un investigador embargado por una profunda desolación ya que a pesar de buscar romper con su trágico pasado —ligado al chinatown— parece estar atado a él, resultando infructuosos sus esfuerzos por transformar su vida.

 

Su actuación se complementa con la seductora aparición de Faye Dunaway, entonces ya consolidada como una de las grandes celebridades de Hollywood y quien en su papel de femme fatale logra reinventar al arquetipo imprimiéndole su propio estilo. Nunca tenemos la certeza de qué se esconde bajo su imagen de sensualidad. La triada actoral cierra con el espléndido John Huston, quien personifica a una apabullante figura patriarcal: ora monstruosa y brutal, ora cariñosa y sentimental. Huston es la representación de la corrupción, cinismo y despotismo en el cual confluye toda la trama.  

 

La fantástica música compuesta por Jerry Goldsmith va de la mano con la cinta pues ayuda a que se genere un ambiente pesimista y de desolación propio del género. Cada nota trasmite el ambiente y estilo noir, lleno de melancolía y tristeza.

Pero Chinatown, más allá de su apabullante factura, también es una profunda reflexión sobre el nacimiento de esa ciudad que fascina a propios y extraños, que se reinventa, autoseduce y alimenta permanentemente de su propio mito: Los Ángeles. Así, en la cinta vemos a la futura metrópoli todavía con un rostro rural —apenas en formación— con imágenes a plena luz del día, dándonos la sensación de que la ciudad y los valles deben vencer al desierto y sobreponerse a los limitados recursos naturales, mediante el establecimiento de un sistema de canalización de agua que los personajes utilizan para alcanzar sus propios fines: la semilla para que surja la corrupción en estado puro.

Vemos el estadio anterior de la que posteriormente se convertiría en la capital mundial de la industria cinematográfica. “O trae el agua a Los Ángeles o Los Ángeles va hacia el agua”, proclama Noah Cross en una de las escenas. Y es que la paradoja de que la mítica ciudad del sur de California viva al lado de un gran océano, pero también al borde de un desierto, hizo impostergable que la urbe fuera absorbida por los valles, dando como resultado una metrópolis fragmentada construída a partir de intereses particulares y altos grados de corrupción.

L.A., ciudad de los ángeles, la fábrica de los sueños que es Hollywood se estableció en esa zona debido a los terrenos baratos que rodeaban a la ciudad y a la gran cantidad de sol con la que es bañada la mayor parte del año. Esa ciudad —metáfora del sueño americano al ser la cuna de lo artificial y del consumismo voraz— alberga en sus entrañas al barrio chino, el chinatown. 

 

Este espacio aparece en la cinta como un lugar que funciona con sus códigos propios. Un lugar presente y ausente —todo al mismo tiempo— de la mancha urbana. La caja de pandora donde el que busca, encuentra. Tal vez Polanski quiso explotar la imagen que tenemos en el subconsciente sobre el gusto de los chinos por lo secreto y lo supersticioso para dotar de mayor oscuridad a su filme. 

 

Y es que de manera paralela —y sin buscarlo— Chinatown es un retrato de una comunidad que es fundamental para comprender la construcción de las identidades en California y la frontera norte mexicana; pues tal y como lo aseguraba el escritor mexicalense Daniel Sada, la china es la verdadera cultura que une a México y Estados Unidos en la frontera, su principal punto de encuentro. A lo largo de la cinta, vemos la presencia de personajes secundarios de origen chino, quienes sin tener un rol preponderante en la trama, siempre aparecen como elementos esotéricos que auguran el destino final de los protagonistas.

Así pues, el filme es una oscura oda a la condición sigilosa y misteriosa que rodea a los barrios chinos en esa región binacional. Nos deja la sensación de que en ellos hay mala suerte, pues no se sabe lo que allí puede pasar. Lo cual se hace patente en la seca y dura frase que se asoma en su sombrío y desesperanzador final: “[f]orget it Jake. It's Chinatown”.

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