Fotograma
LAS FASES DEL AMOR. PARTE I
ANTES DEL AMANECER
por Pablo Andrade
31 de julio de 2020
Escribir en la cuarentena se ha convertido en una tarea complicada. A pesar de que al principio pensaba que tener más tiempo libre —sobre todo tiempo en casa— iba a ser benéfico para la creatividad la verdad es que ha resultado todo lo opuesto. Las tareas más inmediatas —como cocinar— cobran una relevancia insospechada. No me quejo, la verdad es que cocinar probablemente se convirtió en mi actividad "creativa" de la pandemia. Pero además, hay que limpiar y desinfectar la casa y asegurarse de otras cosas mundanas como sobrevivir. En fin, lo típico en este escenario de fin del mundo. Con todo, hubo una cosa que no se fue, sino que se potenció. Algo que supongo es normal dada mi tendencia a soñar despierto. Hablo de pensar en ti, como hago de cuando en cuando desde que te conozco. Sobre todo pienso en las particularidades de nuestra historia la cual ambos convenimos en calificar como "cinematográfica". No me extraña querida: las cosas buenas en la vida tienen la capacidad de ser contadas cinematográficamente. No es en vano aquella frase que dice que el cine es mejor que la vida.
No es la primera vez que pienso de manera cinematográfica esta historia nuestra. Para serte honesto últimamente has aparecido con especial fuerza durante el nuevo visionado que he hecho de una saga que me ha acompañado la mayor parte mis treinta años y a la cual le he conferido un valor especial por conformar, en gran medida, la visión que tengo de las relaciones de pareja. Quería escribir sobre ella desde hace un tiempo, pero nunca daba con un tono que me gustase. Ahora, en el contexto de la pandemia, la cual nos va a obligar a replantear más pronto que tarde la manera en cómo van a ser las relaciones románticas en el futuro inmediato, la importancia de estos filmes asoma nuevamente en la superficie. Hablo de la trilogía de Richard Linklater —de la cual sería justo calificar como cocreadores a Ethan Hawke y Julie Delpy— conocida popularmente como la trilogía Before, integrada por Antes del Amanecer (1995), Antes del Atardecer (2004) y Antes de la Medianoche (2013).
Estas películas han sido tan sustanciales en mi vida como cinéfilo que conforme pasan los años les voy asignando nuevos significados de los cuales probablemente seas mi favorito en estos momentos. Debo decir que justo antes de escribir esto, en un esfuerzo por desbloquear mi capacidad de sentarme a trabajar, vi de nuevo la magnífica Antes del Amanecer, primera parte de la trilogía y que este año celebra su 25 aniversario, consagrándose como una de las mejores cintas del final del siglo pasado. Antes del Amanecer es la encantadora historia de dos jóvenes que se conocen en un tren que cruza Europa. El flechazo es inmediato: el amor surge apenas intercambian miradas; sin embargo, Céline (Julie Delpy) debe su viaje hasta París y Jesse (Ethan Hawke) tiene que bajar en Viena donde tomará un avión de regreso a Estados Unidos la mañana siguiente. Inesperadamente, Jesse le propone a Céline bajar con él en Viena dado que no tenía dinero para un hotel y pensaba pasar la noche paseando por las calles. Una única noche para su inesperada conexión, de esas que se tienen pocas veces en la vida; una noche para su amor y para tomar la decisión de si deben intercambiar direcciones y teléfonos —hay que tomar en cuenta que eran los años noventa y no existían las redes sociales ni los celulares— o si a la mañana siguiente deben separarse para concretar un amor perfecto, ese que no desgaste por el tiempo ni la convivencia cotidiana.