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Reseña
Atlantique

por Mariana Flores Guevara

25 de febrero de 2020

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Una obra al borde de la carretera. Trabajadores de la construcción en lo suyo. A un costado, el primer tercio de un rascacielos inmenso y moderno que no cabe en el encuadre. Una luz turbia, verde y lechosa ilumina la escena; el ambiente se antoja sofocante. Nada durante los primeros segundos de Atlantique, de la cineasta francosenegalesa Mati Diop, delata el lugar donde esto acontece. En cualquier parte del mundo, edificios nuevos se erigen todos los días. En cualquiera, también, hay irregularidades laborales como la falta de pago que los obreros reclaman al supervisor de la obra en una de las escenas siguientes. La historia que cuenta Diop es universal en su alcance, pero es también profundamente local, íntima. Tiene lugar en Thiaroye, un suburbio en las afueras de Dakar. Ahí, a la orilla del Atlántico, se construye la Torre Muejiza, un enorme monstruo de vidrio y aluminio que, como ave de mal agüero futurista, presagia las calamidades que alcanzarán a los personajes.

Est-ce que cette conjuration du monde ne vous révolte pas? Est-il un seul sentiment qu'il ne condamne? Les instincts les plus nobles, les sympathies les plus pures sont persécutés, calomniés, et, s'il se rencontre enfin deux pauvres âmes, tout est organisé pour qu'elles ne puissent se joindre. Elles essayeront cependant, elles battront des ailes, elles s'appelleront. Oh! n'importe, tôt ou tard, dans six mois, dix ans, elles se réuniront, s'aimeront, parce que la fatalité l'exige et qu'elles sont nées l'une pour l'autre. [1]

 

Gustave Flaubert, Madame Bovary (1857)

La película gira en torno a Ada, una joven senegalesa de 17 años que, como tantas otras, está a punto de casarse con un hombre a quien no ama. Mama Sané, la actriz principal, logra transmitir magistralmente las emociones de la protagonista. La indiferencia con que ésta trata a su prometido, Omar (Babacar Sylla), contrasta con la intensidad de su relación con Souleiman (Ibrahima Traoré). Mientras que las interacciones con el primero son forzadas y carecen de afecto, la pasión y la complicidad caracterizan los encuentros entre los jóvenes amantes. Bastan unos cuantos minutos de palabras, miradas y gestos cariñosos, todos en primer plano, para convencer al espectador de la sinceridad y la fuerza del amor entre Ada y Souleiman. 

Un abismo separa a ambos pretendientes. Omar es un hombre exitoso y adinerado que puede llevar a Ada a lugares exclusivos y comprarle regalos caros como el costoso celular que, asegura, “cambiará su vida”. Para la familia y las amigas de Ada, es un gran partido, alguien que puede garantizarle una vida cómoda y sin preocupaciones. “¿Sabes cuántas mujeres desearían estar en tu lugar?”, reprocha la madre al notar la apatía de su hija. A diferencia de Omar, Souleiman no tiene riqueza material que ofrecer. Es uno de los tantos obreros que no han recibido su salario en más de tres meses; está endeudado y le avergüenza no poder mantener a su familia. Sin embargo, el espectador pronto intuye que otra aflicción lo aqueja tanto que es incapaz de hablar al respecto con Ada.

Para averiguar de qué se trata, habrá que seguir los pasos de la protagonista, quien escapa una noche de la casa familiar con la intención de encontrarse con su amante en una discoteca en la playa. La jovialidad se corta casi inmediatamente después de que pone pie en el lugar, repleto de cuerpos femeninos. Es Dior (Nicole Sougou), barman y amiga de Ada, quien da la noticia: Souleiman y varios de sus compañeros de trabajo han zarpado a bordo de una lancha rumbo a España para probar suerte en Europa; no se sabe nada de ellos. Hermanas, novias y amigas llaman desesperadas a sus familiares, se abrazan, derraman lágrimas en la arena. Frente a ellas, el mar, negro e impenetrable, respira impasible. Adentro ya no hay música ni lamentos; sólo se escucha el sonido inexorable de las olas. Luces neón y rayos láser quedan como el recuerdo cruel de lo que prometía ser una noche de fiesta. Ada, sentada sola en un sillón de polipiel, hace un último intento de llamar por teléfono a Souleiman, antes de fijar la mirada en el vacío.

​Después de la desaparición de Souleiman y sus compañeros, el relato da un giro inesperado hacia lo fantástico. El espectador se adentra en un mundo tan misterioso como poético, por medio de la música de Fatima Al Qadiri y la fotografía de Claire Mathon. Gracias a tomas prolongadas de sus diferentes estados, el sol, la luna y el océano se vuelven fuerzas casi omnipresentes que rigen, a veces de manera sobrenatural, la vida de los personajes. Y aunque el mar aparece como una fuerza de atracción traicionera que seduce y embelesa, no cabe duda de que el verdadero villano es una creación humana. La Torre Muejiza, que se alza solitaria e imponente en la costa dakarí, es el elemento perturbador responsable de la tragedia. Es el símbolo de la modernidad injusta que se construye a costa de los muchos para el disfrute de los pocos. Así, pese al viraje hacia lo sobrenatural, la película nunca deja de lado la realidad social y económica del país. 

Atlantique es la respuesta de Diop a la migración clandestina a España de miles de senegaleses y, sobre todo, al fatídico destino de los muchos que mueren en el intento. Para quienes desaparecen detrás del horizonte brumoso, detrás de esa cortina plateada que entreteje mar y cielo, sólo hay dos desenlaces posibles: “Barcelona o la muerte” (Barcelone ou la mort; Barça ou Barsakh). La cineasta critica las condiciones que llevan a tantos jóvenes a dejar sus hogares y a sus seres queridos en busca de mejores oportunidades laborales. Ante la falta de empleos bien pagados y la expectativa de que los hombres sostengan a sus padres y familiares, la migración es una manera de cumplir con las obligaciones sociales y morales de una sociedad patriarcal y patrilocal como la senegalesa. Sin embargo, en vez de centrarse en los hombres y su peligrosa travesía por el Atlántico, Diop cuenta la historia de las que se quedan: es “[l]a odisea de Penélope, más que la de Ulises”.

Las aguas que tiene que navegar Ada en su odisea son tan traicioneras como las que debe atravesar Souleiman. En su Atlántico, Ada se ve obligada a confrontar la realidad tormentosa que describe Mariama Bâ en su bellísima novela de 1979, Une si longue lettre: una realidad en la que los padres arreglan los matrimonios de sus hijas adolescentes, en la que la posibilidad de que el marido tome una segunda —o tercera o cuarta— esposa es una amenaza constante, en la que se exaltan la castidad y la virginidad como virtudes de la mujer y en la que la religión, la familia y las amigas vigilan de cerca la moral femenina. Sin embargo, pese a los muchos desafíos que enfrentan las mujeres musulmanas senegalesas, Diop se rehúsa a hacer de su protagonista una víctima. Si en un inicio Ada parece caminar, siempre tímida, hacia lo que la sociedad espera de ella, poco a poco toma las riendas de su destino.

Más allá de los temas de emancipación y justicia, ésta no deja de ser una historia de amor, una historia de amor imposible en tiempos del capitalismo rampante, una historia de amor que transgrede las normas sociales y trasciende la muerte. Aunque no todos apreciarán el toque sobrenatural, pocos permanecerán indiferentes ante la fuerza emotiva que empapa cada escena de la película. La obra de Mati Diop es de una belleza extraña, inquietante. Sonidos hipnóticos, tomas conmovedoras y actuaciones sublimes de actores no profesionales hacen de Atlantique una película que eriza la piel [2].

La autora es maestra en Historia por la Universidad de Chicago y licenciada en Relaciones Internacionales por El Colegio de México. Actualmente vive en Dakar, Senegal.

NOTAS Y REFERENCIAS

Atlantique es la primera película de una cineasta negra que se incluye en la selección oficial del Festival de Cannes (2019) y ganadora del Gran Premio. 

[1] "¿Es que no se rebela usted contra esta conjura del mundo? ¿Es que hay un solo sentimiento que la sociedad no condene? Los instintos más nobles, las más puras simpatías son perseguidas, calumniadas, y si al final dos pobres almas se encuentran, todo está organizado para que no puedan unirse. Pero, sin embargo, esas almas lo intentarán, aletearán, se llamarán. ¡Oh, no importa! Tarde o temprano, en diez meses, en diez años se reunirán, se amarán, porque la fatalidad lo exige ya que han nacido la una para la otra". Se tomó la traducción de: Gustave Flaubert, Madame Bovary: Costumbres de provincias, trad. de Pilar Ruiz Ortega, Madrid, Ediciones Akal, 2007, pp. 172-173. 

[2Como en sus cuatro cortometrajes anteriores, Diop quería que los actores vinieran del mismo medio social que los personajes que representan: Mama Sané (Ada) vive en Thiaroye; como Souleiman, Ibrahima Traoré es obrero; y Nicole Sougou, como Dior, es barman en una discoteca en la playa. 

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