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Ensayo
Alien: la aterradora pesadilla de Ridley Scott
por Pablo Andrade

26 de abril de 2017

Alien (1979) de Ridley Scott cumplirá cuarenta años en 2019 como uno de los más grandes clásicos de terror y ciencia ficción del cine. Y apenas en unas semanas tendremos en nuestras salas al nuevo filme de Scott relacionado con el universo de la mítica criatura: Alien. Covenant (2017). Esta cinta es la segunda de una serie de precuelas que el propio cineasta tiene en mente para Alien y cuya primera entrega fue la muy infravalorada Prometeo (2012).

 

Por ello, conviene hacer una revisión del clásico original para entender cuáles han sido las particularidades de las cintas de Scott con respecto a las aportaciones que hicieron otros directores a la saga como James Cameron (Aliens, 1986), David Fincher (Alien 3, 1992) y Jean-Pierre Jeunet (Alien: resurrección, 1997).

 

En primer lugar, hay que decir que aunque Alien se inscribe dentro del código de la ciencia ficción, su verdadero campo es el terror. En ese sentido, no es exagerado afirmar que la fascinación que esta película ejerce sobre el público emana precisamente de la atracción natural que sentimos los humanos por todo aquello que nos aterra.

 

La película, como casi toda la filmografía de su director, goza de una narrativa visual apabullante que al mismo tiempo seduce y agobia. Esto no es extraño teniendo en cuenta que Ridley Scott siempre se ha se ha caracterizado por filmar de manera preciosista, cuidando hasta el más mínimo detalle en sus encuadres y por construir de manera entrañable las atmosferas de sus filmes —siempre de la mano de excelentes directores de arte y fotografía.

 

De esta manera, Alien se revela ante los ojos del espectador como una pesadilla bellamente filmada, como un cuento de terror con criaturas amenazantes, que parece provenir directamente del mundo de los sueños, de los umbrales entre la luz y la oscuridad que nos habitan a todos los seres humanos.

 

En este punto, viene bien recordar que esta característica expresiva de Ridley Scott probablemente tenga que ver con su rigurosa formación artística en la prestigiosa Royal College of Arts de Inglaterra. Razón por la cual, su primera película, Los duelistas (1977) —con la que obtuvo el premio a "Mejor Opera Prima" en el festival de Cannes— cuenta con una estética basada en el arte naturalista y el romanticismo.

 

Asimismo, Alien contó con una estética basada en la obra del artista suizo H.R. Giger, por la cual Scott sintió pronto aprecio e insistió fuertemente a los productores para que el diseñador se encargara de desarrollar todos los elementos visuales relacionados con la criatura en el filme.

 

Las aportaciones de Giger son realmente trascendentales para la película; sin ir más lejos, a él le debemos el aspecto de uno de los monstruos cinematográficos más recordados y temidos de todos los tiempos. Hay que decir que la criatura que vemos en la cinta esta basada en la que aparece en la pintura Necronom IV y desde que Scott la vio supo que ese era el monstruo de su película.

 

Sin embargo, más a allá del aspecto formal del filme, que como hemos dicho es de niveles superiores, el desarrollo de la historia es otro pilar importante para considerar a Alien como una de las obras maestras del cine de terror. La trama se centra en la figura de unos cargueros espaciales que van de regreso a la tierra después de una misión de trabajo en una nave llamada Nostromo. Sin embargo, su viaje es suspendido cuando la nave detecta una misteriosa señal proveniente de un planeta oscuro y deshabitado y entonces la tripulación debe ir a investigar el origen de dicha señal.

 

Ya en ese planeta, uno de los tripulantes llamado Kane —interpretado maravillosamente por John Hurt— se encuentra con lo que parece ser una especie de huevo o capullo de cuyo interior emerge una criatura que parasita su rostro y lo convierte en una de incubadora para algo mucho más monstruoso.

 

Aterrado por la situación el capitán del Nostromo, Dallas (Tom Skerritt), decide reingresarlo a la nave para que sea tratado por el misterioso oficial científico, Ash (Ian Holm) e intentar salvarle la vida.

 

Este episodio del filme merece especial atención, pues en él descubrimos que la señal que originalmente la tripulación consideró como un pedido de ayuda, es en realidad una advertencia que proviene de una nave extraterrestre abandonada, cuya tripulación parece haber sufrido una masacre a manos de unas extrañas criaturas.

 

Por otro lado, el reingreso de Kane a la nave desata una controversia al interior de la tripulación, quienes poco a poco revelan su personalidad en la manera en que se enfrentan a la situación. De esta manera, conocemos a Ripley (Sigourney Weaver), protagonista del filme y quien mantiene una postura crítica ante la negligencia cometida por Dallas y Ash; a Lambert (Veronica Cartwright) y a los mecánicos, Brett (Harry Dean Stanton) y Parker (Yaphet Kotto).

 

Es precisamente en la tensión que se irá tejiendo entre los miembros de la tripulación, en donde radica uno de los elementos más importante del guión que se toma su tiempo para desarrollar a los personajes a quienes presenta, no como héroes de acción, sino como personas comunes y corrientes con aspecto sucio, rústico y deslucido.

 

La angustia que se genera en el interior de estos personajes cuando descubren que Kane ha sido atacado por una criatura que ha depositado en sus entrañas la semilla de una bestia todavía más aterradora, es el hilo conductor del terror claustrofóbico y agobiante de la cinta.

 

Basta con recodar la mítica escena en la que presenciamos el “nacimiento” del monstruo. Es famosa la anécdota que dice que Scott decidió ocultar al elenco el desarrollo de la escena para que fuera una verdadera sorpresa para ellos. De esta manera, las reacciones que vemos en pantalla de cada uno de los actores cuando la criatura emerge del pecho de Kane —en especial la de Veronica Cartwright — es verdaderamente espontanea y terrorífica.

 

A propósito de esta escena hay mucho que decir. En primer lugar, partamos del hecho de que pocas imágenes han quedado grabadas en la subconsciente colectivo de los espectadores como ésta lo hizo. Hay algo tan profundamente perturbador en el hecho antinatural de ver a un varón parir a un engendro cuyo cuerpo nos remite inmediatamente a una figura fálica, que esta escena se sigue considerando una de las más aterradoras de todos los tiempos.

 

Al respecto, el filósofo esloveno Slavoj Zizek menciona en el documental La guía perversa del cine (Sophie Fiennes, 2006) que la película de Scott juega con un tipo de terror lacaniano al comparar al objeto del terror con la libido, entendida desde el psicoanálisis como un impulso fundamental y la fuerza creadora de la energía vital.

 

Es decir, la criatura de Alien es aterradora, según Zizek, porque es representada como una fuerza de la naturaleza despojada estructuras morales y únicamente impulsada por el deseo de cumplir su ciclo vital, que involucra la violación de otro ser vivo y posterior muerte al momento de dar a luz, después de haber servido como incubadora.

 

A partir de este momento, el resto de la tripulación irá cayendo víctima de esta terrible criatura que representa a la fuerza violenta de la naturaleza y la libido. Para acentuar más esta representación, hay que decir que en la película nunca vemos la forma final de la criatura. Durante las escenas en las que vemos al alien, este siempre es representado en una etapa diferente de su desarrollo biológico. Incluso, en las escenas finales, cuando la criatura parece estar en un estado recesivo, da la sensación de que está cumpliendo con algún tipo de proceso orgánico que como espectadores no podemos entender en su totalidad.

 

Este rasgo es más evidente en la edición Director’s cut de la película estrenada en el 2004. En esta versión, existe una escena donde Ripley descubre el terrible destino de dos de las victimas de la criatura (Dallas y Brett) quienes han sido literalmente transformados en incubadoras humanas. Esta escena demuestra que la principal motivación de la criatura es la de continuar con su ciclo reproductivo. Así pues, desde su terrible gestación parasitaria, su brutal nacimiento y su horripilante desarrollo corporal, el alien de Scott es un ser que fascina y aterra por partes iguales.

 

En otro orden de ideas, también es muy interesante la manera en la Scott juega con las representaciones de lo humano y la otredad. Es decir, aquello que no humano. Este es un leitmotiv que aparece en todas las películas de ciencia ficción de Ridley Scott, con excepción de El marciano (2015). Tanto en Alien como en Prometeo y, por supuesto, en Blade Runner (1982), subyace una muy sofisticada reflexión sobre la condición humana.

 

En las tres películas mencionadas, Scott aborda el tema de lo humano contraponiendo figuras que, en apariencia, son claramente inhumanas. Sin embargo, conforme se van desarrollando los filmes, estas figuras de oposición acaban revelándose como seres meta-humanos, o bien, sub-humanos, y en estos extremos es en donde Scott replantea las fronteras de nuestra, supuestamente, inalienable humanidad.

 

De esta manera en Alien se presentan estos extremos con las figuras de la criatura, representante de la sub-humanidad, la naturaleza y la libido; confirmación de la bestialidad humana; y el androide, representante del meta-humano, de la dimensión creadora del hombre y de su concreción como un Dios dador de vida. En el centro, se encuentra el hombre amenazado por sus dos extremas representaciones.

 

Esta misma reflexión se presenta también en Prometo, de manera muy elegante y profunda, y representa la mayor aportación de Ridley Scott a una saga cuyas posteriores entregas, sin ser necesariamente malas, apostaron más por un enfoque de acción y aventuras.

 

Hay que mencionar que tanto en Alien como en Prometeo —y presumiblemente también en Alien: Covenant— Scott  parece delegar al guión a un plano secundario. En ambos filmes parece que nos están contando la historia incompleta y se dejan muchos cabos sin resolver. Aunque esto haya sido causante de que las historias de las películas fueran criticadas, en realidad constituye otro de los elementos que hacen del universo Alien de Scott uno lleno de misterio.

 

Por ejemplo, en Alien, nunca se nos revela la identidad y propósito de la raza alienígena que fue masacrada en el planeta de donde provenía la señal —misterio hasta cierto punto resuelto en Prometeo— ni tampoco se nos dice cómo es que el androide Ash sabe mucho más de lo que aparenta sobre la criatura e introduce un elemento de teoría conspirativa cuando revela que es un agente infiltrado de Weyland Corporation, empresa patrocinadora de la misión del Nostromo, y que ésta ha decidido que la toda la tripulación es prescindible con tal de llevar un espécimen vivo de la criatura a la tierra.

 

El final de la película también merece especial atención, pues es uno de los más enigmáticos y angustiantes en la historia del cine de terror. En él, seguimos a la única sobreviviente del Nostromo, la suboficial Ripley, en una carrera desesperada por huir de la nave cuya tripulación fue brutalmente asesinada por la criatura. Es interesante porque es hasta este momento que el personaje de Ripley se posiciona como protagonista del filme. Para la época, este fue un giro inesperado, pues el género de la ciencia ficción era predominantemente dominado por papeles masculinos.

 

En el momento climático del filme, Ripley logra huir del Nostromo en una capsula sin reparar en que la criatura también ha logrado entrar en ella. Cuando Ripley se da cuenta de que el alien la ha seguido hasta ese lugar, decide llevar cabo una peligrosa maniobra para expulsar al monstruo.

 

Este encuentro final, entre la protagonista y la bestia, podría haber sido tratado desde un enfoque de acción; sin embargo, Scott decide presentarlo, ayudado por la iluminación, el decorado y la estupenda actuación de Weaver, como un angustiante momento en el cual la bestia parece no asumir una actitud agresiva sino más bien pasiva, y esta insoportable pasividad del monstruo, es lo que hace aterrador el desenlace de la película. La sola presencia de la criatura, que parece estar herida o en mitad de un proceso de regeneración mientras Ripley se prepara para expulsarla de la capsula, representa uno de los momentos más tensos del filme.

 

Estos son solamente algunos elementos que hacen de Alien una extraordinaria película de terror con profundas reflexiones antropológicas que continuaron en Prometeo y seguramente estarán presentes en Alien: Covenant, que se presenta como una promesa de continuar con el terror que Ridley Scott dejó impreso en nuestra retina hace casi cuarenta años.

 

En conclusión, Alien es una verdadera obra de arte cuya espectacular propuesta estética es sólo comparable con su elegante, sutil y sugerente —casi subliminal— reflexión sobre las sombras, que a veces se presentan como criaturas infernales, que entretejen al alma humana.

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